No había otra opción. Ese día, aunque era domingo, Leonardo tuvo la necesidad de llegar a su destino en bicicleta, medio de transporte que poco había utilizado y menos por las calles de Querétaro, en donde normalmente se moviliza en transporte público.

Pero esta vez, por la premura de un encuentro, provocado por una llamada telefónica con la que lo citaron en 5 de febrero y Zaragoza, con la intención de entregarle el pago de un trabajo que había hecho como diseñador web, Leonardo se vio obligado en tomar prestada la bicicleta de su cuñado, quien había llegado de visita minutos antes a su casa. No contaba con dinero para un taxi, ni tampoco podía esperar la ruta por lo tardado de su recorrido.

Era casi medio día. Subió a la bicicleta, miró su reloj para registrar su salida, a las 11:43 de la mañana, y emprendió camino. El encuentro se programó a las 12:00 horas.

Desde Candiles, Leonardo avanzó primero por la calle principal, Fernando Díaz Ramírez, hasta la avenida del mismo nombre de la colonia.

Por el día y la tranquilidad dominical, el joven no tuvo contratiempos en su salida. Precavido, antes de dar vuelta miró hacia ambos sentidos de la circulación y cruzó el dren de la zona para dirigirse hacia Constituyentes.

Ante el aumento de la circulación de autos, estuvo más atento, aunque se sentía nervioso por la aventura. No era lo mismo darse unas vueltas por su colonia, que salir a una encomienda que requería su movilización a varios kilómetros de distancia.

Leonardo avanzó por la avenida Candiles hasta el primer semáforo, en la esquina con la calle Chabacano, en le tocó el alto.

Al marcarse el “siga”, Leonardo encontró su primer contratiempo, pues al retomar su andar, pegado a la esquina, frenó repentinamente debido a un auto que no respetó el paso de la bicicleta y dio una vuelta rápida sin reparar en el ciclista.

Aunque el joven reclamó, el automóvil siguió su camino y el ciclista también. Pedaleó por avenida Candiles hasta Constituyentes, ahora mucho más atento y con mayor precaución en su avanzar.

No quiso circular por Constituyentes, sino que decidió, por seguridad, ir por la avenida Prolongación Zaragoza hasta su destino, aunque fuera la ruta con semáforos.

Entre el nerviosismo y la inexperiencia, Leonardo no imprimió velocidad en su andar y se mantuvo con un pedaleo tranquilo, con el que podía maniobrar adecuadamente y frenar en caso de verse en peligro.

La falta de condición física del joven y lo caluroso del mediodía, hacían que las glándulas sudoríparas trabajaran el doble de lo normal.

Cuando Leonardo cruzó el entronque con la carretera libre a Celaya, aceleró el paso por lo riesgoso de las incorporaciones a Prolongación Zaragoza y, aunque ésta vez no frenó repentinamente, sí sintió temor cuando un automóvil pasó muy cerca de su costado izquierdo a gran velocidad; sin embargo, no titubeó y mantuvo el control de la bici.

Faltaba poco para su destino. El último tramo constó de tres semáforos hasta 5 de febrero, por lo que pudo avanzar constante, no sin antes detenerse violentamente por un automovilista que iba de reversa para salir de uno de los locales comerciales de la zona de la colonia La Capilla. Un susto menor a los anteriores.

Avanzó una cuadra más a la esquina que forman 5 de febrero con Prolongación Zaragoza, ahí encontró el estacionamiento en donde lo esperaban, en un automóvil, las personas para las que trabajó como freelance al armarles un sitio web. La respiración de Leonardo era agitada, pero el llegar seguro lo motivó para su regreso.

Después de guardar su pago y despedirse, regresó por la misma ruta. De nueva cuenta se encontró con algunos contratiempos, aunque ninguno lo puso en riesgo grave. Sólo una mujer conductora que, al no verlo y dar vuelta en Jardines de la Hacienda, fue su mayor obstáculo, que lo obligó de nuevo a poner a prueba sus reflejos al frenar con rapidez.

Otra de las cosas en las que no reparó Leonardo y que se dio cuenta casi al llegar a su casa, pues después de cruzar Constituyentes inició un camino cuesta arriba, fue una pendiente que le requirió gran esfuerzo y que se reflejaba con el sudor que escurría por su frente, que no cesó hasta varios minutos después de cruzar la reja de su casa.

El ciclista por un día tardó alrededor de 40 minutos en completar todo el recorrido. Al recobrar el aliento, entregó la bicicleta a su cuñado y le agradeció el favor.

No obstante el esfuerzo físico que necesitó para cumplir su propósito, Leonardo pudo comprobar que la bicicleta es una buena alternativa como medio de transporte y, aunque sabía que sentiría doloridos sus músculos algunos días después por la pedaleada, el joven se propuso adquirir una bicicleta lo más pronto que pudiera y sumarse con ello a todas esas personas que han la han adoptado como su medio de transporte, a pesar del gran riesgo que significa pedalear por la ciudad.

Entre los años 2006 y 2015, en el estado de Querétaro se registró la muerte de 39 ciclistas, de entre un total de 833 percances viales.

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