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Rosaura Garzón decidió —hace seis años— incursionar en la boleada de zapatos. Las pocas oportunidades laborales y su bajo perfil académico la orillaron a generar su propio negocio. Desde hace unos meses, diariamente recorre las calles y avenidas del primer cuadro de la ciudad, con el propósito de encontrar clientes a quienes ofrecen el servicio de bolero y venta de cigarros.
“El cajoncito siempre me ha dado de comer. Empecé a bolear y ahorita también lavo carros, vendo chicles y sé hacer el aseo, pero las patronas nunca quedan satisfechas; por eso mejor trabajo por mi propia cuenta”, narró Rosaura.
Al día las ganancias se traducen en 300 pesos, dinero que destina a las comidas y pasajes tanto de sus dos hijos como de ella misma. “Hago unas 20 boleadas al día, me dedico a ganar para la comida y los pasajes del día; a ellos les toca pagar la renta y los servicios de la casa”.
Los hijos de Rosaura Garzón también trabajan, ambos son policías auxiliares, cuando habla de ellos, orgullosa los define de la siguiente manera: “Mis hijos son buenos, trabajadores y honrados”.
Tanto Rosaura como sus hijos viven al día. La escolaridad de Rosaura le impide obtener un trabajo de mayor remuneración, pues únicamente estudió hasta segundo de primaria. Asegura que un intento de secuestro a las afueras de la escuela inhibió sus ganas de estudiar. “La escuela era a la vuelta de mi casa y me iba solita, a raíz de eso ya no quise seguir estudiando”.
Años después Rosaura Garzón decidió darle una segunda oportunidad a su formación académica, pero finalmente desistió: “Una vez fui a la escuela de adultos pero se me hacía muy difícil, me pedían que aprendiera muchas cosas y la verdad yo sólo sé hacer sumas de un número”.
Pero la falta de preparación estudiantil no ha sido restricción para trabajar; “le ando luchando, me gusta trabajar, mis manos me ayudan en mi trabajo”, aseguró.
Para promover los servicios que realiza, Rosaura confecciona un chaleco en el cual ha escrito sus ofertas: “me hice un chaleco con letras atrás de lo que yo hago, ahí anuncio los trabajos”.
La mujer emprendedora camina diariamente por las principales arterias del centro de la ciudad entre ellas la avenida Zaragoza, Universidad, Constituyentes y demás calles han sido su lugar de trabajo. En esas vialidades camina a diario con la finalidad de encontrar nuevos clientes.
Aunque tiene seis años dedicándose a lo mismo, desde hace unos meses lo realiza en la capital queretana, pues ella y sus hijos vivían en el Distrito Federal, de donde migaron hace seis meses a causa de la muerte de su esposo.
Situarse en Querétaro fue gracias a que su hermana le recomendó la tranquilidad de la ciudad; recordó que al llegar fue difícil adaptarse: “sólo teníamos una cama y nos echábamos un bolado para ver a quién le tocaba en el piso y a quién en la cama. Ahora ya compramos unos catres y cada quien duerme en su cama”.
Desde entonces Rosaura sale a partir de las ocho de la mañana y hasta las tres de la tarde —cuando le cala el sol— en busca del sustento diario, en busca del dinero que la proveerá de los alimentos del día.