Conduce un taxi —único sistema de transporte que hay en Colón, además de autotransportes foráneos que hacen parada a pie de carretera—, y aunque lo que cuenta no parece ser ningún secreto, prefiere no divulgar su nombre.

“Antes éramos sólo 55 taxis y luego autorizaron 50 más. Ahora todos peleamos el poquito pasaje, nomás entre Ezequiel y El Marqués, porque hay comunidades que no tienen transporte y la gente se las ve negras para salir. Lo que pasa es que muchos compañeros sólo quieren trabajar aquí, porque todo es carretera. Por allá es terracería, baches, zanjas de este tamaño, y el carro se les desgasta más. Por eso no quieren irse allá”.

Nació en Colón y de aquí nunca ha salido. Dice amar su tierra, pero reniega de los políticos que los marean pero no les cumplen. Que la gente está muy pobre y con sueldos de 800 a mil pesos a la semana. Entonces, los que son malvivientes, mejor se ponen a asaltar.

Asegura que otra razón por la que muchos taxistas evitan viajar a las comunidades es debido a la inseguridad, a los asaltos que se dan con mayor frecuencia en pueblos como Galeras, La Peñuela, México Lindo, La Esperanza, Los Benitos, San Martín y El Blanco.

Reniega de los elementos de seguridad municipal:

“¿La policía? No, esa está igual que mis compañeros: no se meten a esos lugares”, comenta.

“Ningún lugar se salva: hace 15 días asaltaron a mi compañero Francisco Mota en la comunidad de La Puerta de Enmedio, que es un lugar pacífico. Lo amarraron a un árbol después de llevarse su taxi-mixto. Es diabético y con el susto ya quedó más flaco. Pobre”, dice, mientras arranca buscando a los siguientespasajeros.

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