El trabajo sexual se ejerce en la zona centro de la ciudad y a plena luz del día, sin que la policía haga algo al respecto. Al menos cinco proxenetas se encargan de controlar el trabajo de cerca de 15 mujeres que durante el día “atienden” a sus clientes cerca de la Alameda Hidalgo.

En una de las avenidas principales de la capital del estado, los padrotes se encargan de que las trabajadoras sexuales comiencen su actividad a las 10 de la mañana. A partir de esa hora, los clientes abordan a las mujeres sobre avenida Zaragoza —casi esquina con Josefa Vergara— y acuerdan la tarifa, la cual oscila entre 300 y 500 pesos por una hora de placer.

Una vez acordado el pago, al cliente se le da la instrucción de caminar sobre la calle de Josefa Vergara hasta la esquina con Reforma. A la izquierda encuentran el hotel, sin nombre, pero con un par de ángeles en las puertas que reciben a los clientes. Una vez pagada la habitación, se asigna el cuarto.

Al terminar el servicio, la chica —que no rebasa los 22 años— regresa a su esquina donde su proxeneta le pide el dinero que ganó con su trabajo.

Las autoridades municipales que realizan rondines de vigilancia en la zona, al no descubrir un delito se retiran, debido a que los proxenetas no permiten a las mujeres presentar ningún tipo de queja.

De acuerdo con Mónica Mendoza, líder de las trabajadoras sexuales en Querétaro, estas chicas son traídas a la entidad a la fuerza de otros estados e incluso de otros países, pues son secuestradas mientras se encuentran de tránsito en busca del sueño americano.

“Estas chicas son traídas de otros estados, las obligan a trabajar y los padrotes les quitan el dinero que ganan; con amenazas las mantienen cautivas, en muchas ocasiones no les permiten ni cambiarse, sólo una vez al día y el mantenerse sanas es algo imposible, no dejan que las revise un médico; si se enferman, las mandan a otro lado y traen a otras mujeres”, explicó la líder.

Con servicio desde temprano, los proxenetas obtienen beneficio económico explotando mujeres. Estos hombres se encargan de vigilar el tiempo del servicio, que no debe de rebasar la hora con 20 minutos, dejando un margen para el tiempo que tardan en llegar al hotel. En caso de que no les entreguen las cuentas completas, las chicas son golpeadas.

“Las mujeres son amenazadas constantemente y no tienen acceso a su dinero. Las trabajadoras sexuales son explotadas y no tienen acceso a dinero ni a días de descanso; ellas son obligadas todos los días y si faltan… ni te quiero contar qué tal les va”, detalló la presidenta de la organización en defensa del trabajo sexual, Mónica Mendoza.

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