Desde que era niño, Iván Alejandro Alonso Saldivar soñó con ser doctor en una comunidad. Estudió medicina, y desde hace 12 años ejerce su profesión en Jalpan de Serra, en lugares donde muchos de sus colegas prefieren no estar, ya sea por la baja remuneración económica o por no renunciar a las comodidades que brindan las ciudades.

“Llegué a la sierra por un sueño. Estudié la licenciatura en una universidad aquí en Querétaro, y me di cuenta que me gustaba mucho la comunidad, entonces durante los cinco años que cursé la licenciatura me idealicé en Chiapas.

Al entrar en mi internado, que es estar un año dentro del hospital, busco una plaza en Chiapas, me la otorgan, pero por insuficiencia de médicos pasantes en aquel entonces en Querétaro, me dicen que me quede, pero pido irme a la sierra, porque mi sueño era ser médico de comunidad”, narra.

Comenta que cuando llegó a la sierra se dio cuenta de que hay muchas deficiencias en los servicios de salud, en servicios de educación, un rezago cultural importante, así como marginación en algunas comunidades.

Ahí reflexionó por qué todos los médicos se quiere quedar en la ciudad, cuando en comunidades como esas hacen falta doctores para atender a los pacientes de las localidades alejadas, cuando el fin primordial de la medicina es ayudar a la gente.

Explica que cuando llegó a Jalpan supo que su destino era quedarse a vivir ahí. “Sí, hay carencias. Vienes de una ciudad, te hace falta alguna distracción, alguna diversión, pero aprendes a vivir con eso. Es más tranquila la vida, llegas al trabajo en cinco minutos, por más lejos que esté tu lugar de trabajo son 20 kilómetros que debes trasladarte y que los haces en 20 minutos, no hay tráfico, el aire es más puro, no hay estrés. Llegas y trabajas con gente que tiene esa calidad humana, que te llega a decir 'gracias doctor’ y eso es más que un 'tenga usted para que viva’.

“Efectivamente, tenemos que pagar cuentas, necesitamos el recurso financiero, pero cuando estás comprometido con lo que quieres ser, eso pasa a segundo término”, señala Alejandro.

Asegura que desde niño quiso ser doctor, pues tiene un primo que es médico militar, por lo que él también quería serlo, pero por tener que usar lentes no pudo ingresar [al Ejército], ya que en esa época aún se necesitaba contar con una excelente vista.

Iván es originario de la Ciudad de México, pero desde muy niño, por cuestiones de trabajo de su padre, radica en Querétaro, por lo que es queretano de adopción.

Recuerda los primeros meses en la sierra.

Dice que conocía poco de la sierra queretana, apenas los poblados que están a pie de carretera, hasta que una amiga le pidió que la acompañara a una parte en donde tenía que pagar un viaje especial, tomando camino a los cerros, lo que le sorprendió, pues había personas viviendo en medio de ese lugar alejado, sin agua, sin energía eléctrica, falta de drenaje, sorprendido de cómo vivían las personas en ese lugar, en unas condiciones muy duras.

Sin embargo, señala que la transición de la ciudad a la sierra no la sufrió mucho, pues su objetivo era ese, trabajar en la zona serrana, en una población lejana.

No es fácil vivir en la sierra, porque más allá de la lejanía de las zonas urbanas, se tiene que batallar con la falta de infraestructura médica.

Las instalaciones al interior de las comunidades no son las mejores, y hasta en ciertos momentos el doctor tiene que aportar de sus pocos recursos.

“A veces tenemos que poner de nuestro bolsillo, y creeme, eso no duele, lo que duele es que cuando tienes una enfermedad grave o unas lesiones mortales, no hay cómo atender, los recorridos son largos y a pie, hasta cargando al paciente”.

Relata que pese a esas circunstancias no le quita el ánimo de seguir trabajando en la sierra y con la gente que más lo necesita.

“Yo veo a algunos compañeros que por falta de una oportunidad en la ciudad, o porque no quedaron en una especialidad, llegan a trabajar a la sierra o a lugares marginados y sufren un problema de tristeza, de depresión, de que dejan todo lo que tienen atrás por cambiar el modo de vida”, asevera.

Apunta que en la sierra la gente es muy noble, a tal grado que una ocasión los familiares de un paciente, para pagarle, le llevaron tres gallinas ponedoras. No las aceptó, pero a cambio le dijo a la persona que cuando pudiera le invitara unos huevos revueltos con chile, o jamón.

“La gente es muy agradecida. Allá todavía tenemos la figura de que el doctor es una de las figuras [más respetadas] de las comunidades, se ha perdido un poco, pero la seguimos manteniendo, como lo son el maestro, el cura, y el doctor”, añade.

Precisa que contrario a lo que se pudiera pensar, la morbilidad en la sierra no es causada por incidentes por encuentros con fauna venenosa, siendo lo que más se registra fracturas y contusiones, causadas por los accidentes viales en la carretera, ya que el asfalto es muy resbaloso.

Recuerda un caso en que, terminada su jornada laboral y de regreso a la comunidad, se registró un accidente. Bajaron a auxiliar y pudo ver como al momento de retirar una llanta de unos de los autos involucrados en el choque, una extremidad de una mujer se desprendió. Por desgracia la mujer falleció, tras la amputación.

Iván sonríe cuando recuerda lo que más le llena de satisfacción, que es ver actualmente, siendo unos jóvenes, a los niños que atendió durante sus primeros años en la sierra. Ahora los ve en la universidad, la preparatoria o trabajando.

“He trabajado en muchos centros de salud de la zona serrana, entonces conozco a buena parte de la población, y de repente me los encuentro y me dice que ya son universitarios, que ya terminaron la carrera, o van a entrar a una licenciatura. Eso es lo que me llena de orgullo, que en un momento los pudiste ayudar para que pudieran trascender, los cuidaste de su salud para que pudieran llegar a cumplir sus sueños”.

Otra de las cosas que hacen de su labor médica más interesante, es el esfuerzo de mejorar la calidad de vida de la gente que menos tiene, lo que le hace quedarse en medio de la sierra queretana.

bft

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