Los grupos estaban frente a frente, separados sólo por vallas metálicas, observándose detenidamente, ambos uniformados, algunos armados con toletes y los otros con cámaras y grabadoras.

Manifestantes civiles, escasos, discretos, ciudadanos caminando y observando con curiosidad el movimiento de uniformados y funcionarios estatales y federales.

Durante las primeras horas de la mañana, sólo reporteros y algunas personas transitaban por los alrededores del Jardín Zenea, en el primer cuadro de la ciudad de Querétaro, ubicado a una cuadra del Teatro de la República, donde la plana mayor de la política nacional y estatal se dio cita para conmemorar el 98 Aniversario de la Promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Desde un día antes, elementos del Estado Mayor Presidencial, vestidos de negro, con gorras y uniformes que decían “Seguridad”, tomaron el control de las calles que rodean el mítico teatro, donde los constituyentes se reunieron en 1917 para darle forma a la Carta Magna del país, que salía de la lucha armada que representó la Revolución Mexicana.

Ahora, 98 años después, las calles estaban sitiadas. Los invitados a la ceremonia tenían que entregar una tarjeta a los encargados de seguridad y dejar pasar a los “privilegiados” que estarían en el recinto.

Mientras tanto, en el Jardín Guerrero, un grupo de manifestantes tenía un sonido encendido, que según Gerardo Fernández Noroña, político y activista, quiso ser opacado con el sonido de una balada del cantante Marc Antony.

Poco a poco, a la calle de Juárez, fueron llegando en pequeños grupos manifestantes. Primero un hombre, adulto mayor, que protestaba por la “venta de nuestro petróleo”; posteriormente, otros protestaron por la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, ocurrida en septiembre pasado en la ciudad de Iguala, Guerrero.

Del otro lado del Zenea, en la calle de Corregidora, un joven solitario mostraba una cartulina a elementos de la Policía Federal que estaban del otro lado de la valla. Decía que “hay más de 43 razones para no aplaudir”.

Un joven más, acompañado de otros dos muchachos, arrojó billetes de juguete a los uniformados, para concluir diciendo que “ese dinero era a cambio de la aparición de todas las personas ausentes en el país”.

Poco a poco la calma volvió al primer cuadro de la ciudad, los comercios que permanecieron cerrados fueron reabiertos y la vida volvió a la calma que caracteriza a la capital queretana.

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