“Es desestresante, te libera de diario lo mismo, de las cosas de los niños, de todo. Se olvida de los demás por estar pintando”. Ana Pérez elabora artesanías en madera desde hace poco más de 20 años, en un taller que tiene en su casa, en San José Iturbide, Guanajuato.

Hace rompecabezas con ese material, productos que además de venderse en Querétaro y otras partes del país, ya llegaron a naciones como Alemania.

Indica que pone parte de su alma en cada una de las piezas que elabora con sus manos, “además es algo que me gusta. También según el estado de ánimo así salen las piezas. Salen más bonitas si estoy de buen humor. Si no hay, ocasiones que hay que volverlas a hacer.”

Imagina que, al igual que a ella, quienes compran los rompecabezas y los arman deben de sentir esa misma relajación al armarlo, además de que se divierten y ejercitan su mente.

El hogar de Ana se ubica en la comunidad de La Alameda, en San José Iturbide. Es una casa abierta, con un árbol de duraznos al frente y muchas plantas que lucen verdes por las recientes lluvias que cayeron en la zona. Junto a la puerta que da a la calle está su taller. Al fondo de la casa que habita con sus tres hijos y su esposo.

Junto a las jardineras hechas de ladrillo, unas piezas recién pintadas se secan al sol. Ana, con mandil azul lleno de manchas de pintura, ya que cómo dice ella “de la ropa no se quita”, trabaja en la elaboración de esta artesanía que llama la atención por lo elaborado.

Rompecabezas de pueblos de México, pinturas de maestros de las artes plásticas de nuestro país, animales, personajes de cuentos clásicos y de dibujos animados, son algunos de los más de 100 modelos que hace y que se venden luego en el centro de San José Iturbide, en Querétaro, Puebla, San Miguel de Allende y Guanajuato, incluso en otros países.

Mientras trabaja, narra que lo primero que hace es lijar cada una de las piezas. “Una amiga me invitó a trabajar en un taller de pintura y de ahí nos hicimos cada quien un taller chiquito. Trabajando un promedio de seis a ocho personas en cada taller. De ahí hasta acá. No es la misma producción, antes eran cantidades más grandes”, refiere.

Comenta que cada producto, de acuerdo a su complejidad, puede llevar hasta tres horas en su elaboración o incluso días, desde que se comienza a lijar, se pinta y empaca.

“Dependiendo también del modelo, porque hay los que son escenas de México [paisajes de diferentes sitios del país] que es más largo el proceso”, dice.

Explica que en el taller donde comenzó a trabajar aprendió a pintar la madera, cuyo proceso es delicado y requiere de un pulso fino, para elaborar los detalles que muestran los rompecabezas con imágenes de pueblos mexicanos.

“Después también trabajé con un señor que ya falleció. Él trabajaba puntillismo, pero ahí aprendí mucho porque me enseñó a poner sombras y darle forma a las caras”, abunda.

Mientras habla, Ana pinta cada una de las piezas que trabaja. Pinta una por una, pues a veces una de las mismas lleva más de un color, lo que hace más laborioso el proceso.

Al día dedica entre tres y cuatro horas a este trabajo, tiempo que depende de los pedidos que deba hacer y que complementa con sus labores como ama de casa.

Tiene tres hijos, de 17, 15 y 12 años de edad. “A ellos [sus hijos] les gusta. Al principio, de más chiquitos, lo que hacían era empezar a lijar. Ahora ellos comienzan a hacer detalle o a pintar. De repente como que no les gusta, pero a mi hijo el segundo, lo que hace en la escuela de manualidades es pura pintura en cartón, pero le gusta pintar”, asevera. Sobre su esposo, dice que es obrero y no se relaciona con la artesanía.

Interrumpe la charla para pintar con un aerógrafo las piezas que ya tenían la base transparente y estaban listas para poner color. Se concentra en los detalles. No deja que ninguna parte de la pieza quede sin pintura. Ya pintadas se ponen a secar al sol, para luego aplicar otra capa de pintura más brillante.

Lo que necesita más tiempo es el detalle, explica, pues muchas de las piezas incluyen muchos trazos que se hacen con pincel. Lo más laborioso, precisa, son los paisajes, pues necesitan minuciosidades muy pequeñas. Muestra un paisaje de una ciudad al ocaso, con unos puentes sobre un río. Cada edificio lleva luces encendidas y cada una debe pintarse a mano. Estas obras le pueden llevar hasta cuatro días, nada más en los detalles. Asevera que el trabajo que hace es de mucha paciencia.

Agrega que para ella es mejor trabajar el fin de semana porque le puede dedicar más tiempo, al estar sus hijos en casa y no tiene que ir por ellos a la escuela o hacer las tareas del hogar.

Se siente orgullosa de que su trabajo llegue a países como Alemania: “Que les guste el trabajo que hacemos en México, que valoren lo que hacemos aquí, que hacemos cosas bonitas”.

El costo depende de lo laborioso de cada una de las piezas, pues los paisajes son más caros por el trabajo y detalles que debe de poner en los mismos, así como la cantidad de material que se necesita.

Ya terminados los rompecabezas se les coloca un sellador. Una vez secos se empacan para su comercialización dentro y fuera del país.

Luego de cumplir con su trabajo, menciona que le gusta salir con su familia a caminar por las calles de su comunidad y de San José Iturbide. Finalmente, comenta que se ve dentro de 20 años haciendo estas artesanías que son su pasión. “Pero no sé. Tal vez algunas cosas las pueda hacer, tal vez otra ya no, porque como es mucho de la vista o de pintar, sí quisiera seguir haciéndolo”, concluye.

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