En el Cerro de las Campanas, en pleno corazón de la ciudad de Querétaro, se sitúa la capilla que inmortaliza el recuerdo de los fusilamientos de Maximiliano de Habsburgo, Tomás Mejía y Miguel Miramón.

“El 19 de junio de 1867, Querétaro enmarcó uno de los acontecimientos históricos de la República Mexicana, pues el fusilamiento del emperador Maximiliano significó la caída del Segundo Imperio y el triunfo de las fuerzas liberales”, explicó la historiadora y profesora de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), Oliva Solís Hernández.

Años después, el emperador de Austria y hermano de Maximiliano, Francisco José de Habsburgo, solicitó la construcción de una capilla justo en el lugar donde se había llevado a cabo el fusilamiento con el propósito de recordar la muerte de su hermano.

Hasta la fecha, este sitio recibe a turistas que desean visitar el lugar y recordar la historia.

La profesora explicó que luego del fusilamiento de Maximiliano, los pobladores aledaños al Cerro de las Campanas, quienes acudían para a hacer días de campo o para recolectar quelites, también visitaban el lugar donde había muerto el emperador austriaco.

“La gente comenzaba a visitar el sitio. Empezó a poner piedritas donde habían caído los muertos. Luego le pusieron una cruz y construyeron una cerca. Posteriormente se cimentó la capilla. Es la familia de Maximiliano quien hace el financiamiento para que la construyan”, relata Solís Hernández.

La edificación se concretó en 1900, cuando se reanudó la relación entre Austria y México. Al arquitecto austriaco Maximiliano Mitzel se le encomendaron las labores de la obra.

El 10 de abril de 1901 se inauguró la capilla del Cerro de las Campanas.

Construcción estilo europeo

La arquitectura de la capilla pertenece a un estilo europeo y ecléctico (combinación de elementos de diversas épocas y estilos) vienés. “Es una capilla para recordar a Maximiliano y representa un estilo muy europeo, no corresponde a las edificaciones mexicanas”, observó la historiadora.

Destacó que “es el primer monumento conmemorativo de los liberales. Para recordar a los fusilados existía en el lugar un sencillo monumento con tres pilares de cantera, enmarcados con cuatro columnas y cadenas de hierros, que fue ordenado construir por Rafael Olvera, militar de la Sierra Gorda y gobernador de Querétaro de 1883 a 1887.

Por su parte, el profesor Tomás Sánchez Guzmán —quien ha cumplido 12 años al pie de la capilla para explicar a los visitantes la monumental edificación— relató que en el momento del fusilamiento: “Maximiliano se encontraba en medio de los tres, se despidió de sus dos generales y cedió el lugar a Miramón, a quien le dijo ‘general Miramón, los héroes y los valientes merecen un sitio de honor y antes de que nos fusilen, le cedo mi lugar’”.

El profesor describió que “ya estando Maximiliano en la orilla y Miramón en medio, éste se despidió de los soldados y les pidió de favor que no le dispararan en la cara, sino del pecho hacia abajo”.

Antes del momento decisivo “Maximiliano les obsequió a cada uno de ellos una moneda de oro de 20 pesos, que fueron las que se acuñaron en la época del imperio. Era mucho dinero”.

“El único que murió instantáneamente fue Miramón; Mejía y Maximiliano requirieron del tiro de gracia, directo en el corazón”, relata el profesor Sánchez.

Actualmente los restos de Tomás Mejía yacen en el panteón de San Fernando en la ciudad de México. Murió a los 45 años y era originario de Pinal de Amoles, Querétaro.

Miguel Miramón, originario de la ciudad de México, fue fusilado a los 35 años y sus restos los llevó su esposa a la catedral de Puebla.

Finalmente los restos de Maximiliano, quien murió a los 34 años, se encuentran en la ciudad de Viena, en el Convento Los Capuchinos.

A la fecha, al interior de la capilla se conserva una imagen de la Virgen María sosteniendo en sus brazos a Cristo, pero el profesor supone que la imagen representa a Maximiliano y a su madre.

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