Sobre la calle Cuauhtémoc, de San Nicolás, Tequisquiapan, a sólo dos calles de las vías que recorría el tren que este 26 de septiembre fue descarrilado en un intento de robo, se localizan la pulquería La Nueva y la miscelánea El Rancherito, negocios que suelen ser frecuentados por borrachines, vagos y… asaltantes de trenes.

“A muchos rata los ves festejando con el pulque o afuera de la tienda, tomando la misma cerveza que bajan de los trenes. Ahí se apalabran con borrachos y drogos, para darles 300 o 500 pesos para que los ayuden; y cuando buscan camionetas, hasta 10 mil pesos les dan a los choferes”, asegura un vecino, quien acompaña al reportero entre predios baldíos, talleres ladrilleros y viviendas de medio pelo.

El informante se lleva índice y pulgar derecho a los labios y “jura” que el dueño (o socio) de ambos negocios es muy conocido en el lugar. Que se trata de un tal “Don Chapu” o “El Chapulín”.

¿Dónde podría encontrar a “Don Chapu”?, se le pregunta al joven que acomoda cajas de cerveza en El Rancherito, pero su respuesta queda atrapada en un rostro de pasmo.

“Don Chapu” sería un sujeto de la tercera edad quien, según se cuenta, estaría ahora convaleciente, en virtud de que 40 días atrás fue víctima de un intento de homicidio, por atropellamiento. A él se le atribuyen leyendas que se cuentan entre dientes.

La primera de estas historias dice que el aludido, arribó hace 36 años al pueblo, enviado por el sindicato de la extinta paraestatal Ferrocarriles Nacionales de México (Ferronales). La segunda leyenda cuenta que se casó tres veces, fundando tres familias; después de lo cual juntó a su numerosa prole y creó un “grupo social” denominado Los Güilos.

Pero la historia más relevante cuenta que Los Güilos fueron convirtiéndose en la primera banda tequisquiapense especializada en el robo de ferrocarriles; unidades que para entonces ya estaban bajo el control de firmas transnacionales.

Otras voces de San Nicolás cuentan que Los Güilos vieron pronto la competencia dentro de su negocio de asaltar a compañías ferroviarias y fue así que aparecieron Los Tiros o Los Tribilines, grupo que se habría fundado, ya en segunda generación, hace unos 10 años.

Sin embargo, a decir de las fuentes, ninguna de estas bandas mostró la voracidad y violencia con la que, apenas hace tres años habría debutado la pandilla que, presuntamente, ostenta el liderazgo en la zona: Los Pinochos.

Integrada por cerca de 50 personas, muchas dispersas en la comunidad, confundidas entre adultos y jóvenes, proletarios o campesinos, Los Pinochos tendrían líderes que suelen portar pistolas, navajas o bates. Y existirían otros, presuntamente de mayor jerarquía, que no viven en el pueblo, que a veces se dejan ver conduciendo Jeeps o Pickups.

Los más jóvenes de la banda —algunos adolescentes, casi niños— gustan de vestir ropa de color negro, zapatos de campaña y cinturones anchos con hebillas vistosas. No faltan los que se dejan crecer el pelo para diferenciarse de grupos rivales, que pueden andar a rape, se cuenta. La primera misión que tienen Los Pinochos de San Nicolás consistiría en presionar a hombres y mujeres, incluyendo a niños, para integrarse a sus actividades delictivas.

“Ese es el gran problema que tenemos: cómo decirles que no”, expresa el denunciante.

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