No importando los rayos de sol intenso, pasar hambre y sed, soportar malos tratos de automovilistas y sortear el tráfico vehicular, cuatro amigos utilizan el crucero de avenida Tecnológico y avenida Universidad como centro de distribución de piñas.

Una camioneta mal estacionada, cuatro cuchillos, decenas de piñas y bolsas de asa color verde son todo lo que necesitan los cuatro hombres —Jonathan Guzmán, Clemente Rodríguez, Manuel Tovar y Juan Carlos Rangel— para ganarse el sustento de todos los días.

Jonathan Guzmán —de 22 años de edad— compartió que desde hace años se dedica al comerciar este tipo de fruta tropical y que ingresó al negocio por invitación de familiares.

“Hay veces que se gana bien, hay veces que no ganas, porque hay veces que se te queda toda la fruta; sí me alcanza para mantener a mi familia —tengo una hija y una esposa—; lo malo es cuando no se gana nada, porque con que llegas a la casa, conque cara llegas a la casa sin dinero”, lamentó.

Externó que no importa el trabajo que las personas desempeñen, siempre y cuando pongan todo el esfuerzo que está de su lado para salir adelante.

Indicó que cada piña se comercia a 10 pesos; no obstante es ofrecida a los automovilistas a dos por 20 como un gancho, ya que en muchas ocasiones las personas no le dan el valor inmediato a 20 pesos “para que de una vez se lleven dos y no solo compren una”.

Clemente Rodríguez —de 30 años de edad— explicó que las frutas tropicales son traídas por ellos mismos desde Loma Linda, Oaxaca; lugar al que se trasladan —aproximadamente— cada tres semanas para surtirse del dulce producto.

“Nosotros nos vamos desde aquí en un camión, es un día y medio de viaje, el cansancio, el hambre, el calor y el mal humor son pesados pero tenemos que ir hasta haya porque en Loma Linda, Oaxaca nos dan la fruta a un pesos 20 centavos”, señaló Clemente.

Asimismo explicó que al llegar a Oaxaca se llena el camión con 28 toneladas de piña, cargamento que se es distribuido en su totalidad por ellos en diferentes cruceros de la ciudad de Querétaro.

“Nosotros no distribuimos a otras personas, toda la fruta es para vender en los cruceros; es cierto que a veces se nos queda un poco de fruta pero la mayoría se vende”, aseguró el comerciante.

En su oportunidad, Manuel Tovar lamentó que los inspectores municipales en ocasiones les quiten su mercancía, “nos quitan la fruta los de oficialización, no dejan trabajar a gusto, ni que fuéramos unos rateros o algo así para que nos quiten nuestras cosas; nosotros estamos haciendo la lucha para salir adelante, más que nada para mantener a la familia que tienen uno”.

Para concluir, Juan Rangel —de 18 años de edad— dijo que lo único malo de su trabajo es estar durante todo el día bajo el sol, además de los malos tratos que reciben de algunos conductores.

“Ellos no entienden que nosotros también estamos trabajando, nuestro trabajo no es igual que el de ellos en una oficina ni el de ellos en la calle, simplemente son diferente clase de trabajos que igual sirven para ganarse la vida; es lamentable que a veces te cierren la ventanilla en la cara. No les vas a robar”, concluyó.

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