En ninguna parte del mundo existe una celebración parecida, no a la muerte, sino al proceso cíclico de la vida, donde se vive este momento y luego esta manera física en la que se está en esta tierra trasciende a otro sitio, más elevado, pues el concepto de muerte como lo explica la cultura occidental no existía en el mundo prehispánico.

En náhuatl, la ofrenda de muertos se llama Tlamanalli. En la zona arqueológica de El Pueblito, el personal del sitio elaboró una ofrenda tradicional prehispánica, con los materiales típicos de la zona.

La ofrenda está dedicada a la diosa Itzpapalotl, la mariposa con alas de obsidiana, protectora de los guerreros y diosa de los sacrificios humanos y la guerra.

Aurora Gómez García, guía de la zona arqueológica de El Pueblito, quien junto con todo el personal del sitio colaboró para la realización de esta ofrenda, señala que en El Pueblito se encontró una estela dedicada a esta deidad.

“En este caso pusimos en sus alas cuatro malacates, que eran utilizados para hacer tejidos y bordados, para ha cer hilos de algodón o de ixlte, además de la representación del fuego, aire, agua y tierra”, señaló.

Los visitantes que aprovechan estos días de asueto, antes de ingresar al sitio se detienen, con curiosidad ante la ofrenda colocada entre organales, en un claro que se ubica en el acceso de la zona.

En el suelo está la representación de Itzpapalotl, con unas garras de jaguar que le dan su carácter de ser mítico. Hay alimentos tradicionales de las culturas originarias de la zona, que dividía a Mesoamérica de Aridoamérica. Calabazas, jícamas, camotes, maíz, diversas semillas, aguacates y jitomates, se pueden encontrar como tributo a la protectora de los guerreros.

Del mismo modo, Aurora explica que todos los elementos representan a los elementos. Así, el aire está representado por las plumas, el fuego, con un bracero, que es de los vestigios localizados en la pirámide más abundantes en número y en los cuales se quemaban diversos productos, mientras que la tierra se representa con los frutos de la tierra, y agua, con un recipiente lleno de la misma.

Un grupo de visitantes escucha con atención la explicación de la Aurora. Ponen atención a los detalles de la explicación y los detalles van tomando significado, para poder apreciar mejor la ancestral costumbre de honrar a quienes dejaron su materia física.

“Nosotros lo que aquí pusimos es este camino de cempasúchil. Precisamente la flor de cempasúchil es la flor de los cien mil pétalos. Las huellas humanas representan el camino al Mictlan”, apunta la guía de turistas de la zona arqueológica.

Elementos .Afirma que la ofrenda tradicional prehispánica debe de tener ciertas características cosmogónicas, como círculo, que representan los ciclos de la vida y la muerte, así como los elementos de la naturaleza, y aunque el personal de la zona decidió hacer la ofrenda a Itzpapalotl, se puede hacer a cualquier deidad mesoamericana.

Nuevas personas se unen a la explicación de Aurora. Muestran interés y hacen comentarios de admiración por la riqueza de las tradiciones mexicanas ancestrales.

También explica que se puso un telar porque era parte de los materiales que usaban las culturas originarias de América para hacer sus tejidos y bordados, sobre todo las mujeres.

“Aquí se han encontrado vestigios de esos malacates. La música también es una parte vital. Esa percusión del corazón, es parte muy importante que se sigue haciendo aquí, por ejemplo en los equinoccios de primavera. Además de la danza, de la ofrenda, hay música prehispánica”, asevera la guía de turistas.

Añade que de acuerdo con las investigaciones que ha hecho el arqueólogo Daniel Valencia, en los braceros, en los tepalcates, se identificó copal, que es una resina que se extrae del árbol conocido en la región como palo xixiote, al igual algunos vestigios de atados de ocote, punzones de hueso, puntas de maguey, puntas de proyectil, polen, malacates.

De hecho, para las culturas americanas la muerte no existía como concepto, “era un proceso. La vida es un proceso en el cual estás en este momento, y después esta manera física en la que estamos aquí trasciende su esencia a otro lugar. Pero en sí, no existía como tal la muerte. No había un concepto como la muerte. Era trascender, dejar algo aquí, a los tuyos, seguir otro camino”.

Comenta que con el sincretismo con la religión judeocristiana y su concepción de la muerte, esta cosmovisión, sigue aún presente, y es válido, además de que algunos elementos de los altares y ofrendas de muertos tienen origen en la cultura prehispánica.

“Aquí en la zona arqueológica tenemos el tzompantli, es una ofrenda de cráneos. Hoy en día no ponemos cráneos, ponemos calaveritas de azúcar, de chocolate, que es ese simbolismo, pero desde época prehispánica había ese reconocimiento a esas personas que partieron, pero se ha ido transformando de acuerdo con las tradiciones cristianas, como hacer altares de siete niveles, que tienen que ver con los siete pecados capitales, entonces se ha ido transformado, aunque la esencia es ese reconocimiento a esas personas que ya partieron”, añade.

Aurora Gómez puntualiza que de las festividades mexicanas es la que más conserva las tradiciones prehispánicas, además de ser única en el mundo.

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