Miles de personas ataviadas en disfraces de todo tipo salieron a las calles para protagonizar el festejo en el que la música fue una de las constantes durante las más de tres horas que duró el recorrido. El desfile –dividido en 13 grupos– ofreció un espectáculo sin igual lleno de baile y color que cautivó a los turistas a su paso, mismo que terminó en la Parroquia de San Miguel Arcángel.

Cada año, la mayoría de los habitantes del pueblo colonial y turistas recorren las calles del centro en  honor a San Antonio de Padua y San Pascual Baylón, que este 2017 cumple su edición número 43, misma que se celebra en el marco de los 475 años de la fundación de la ciudad.

En la fiesta multicolor se apreciaron personajes que retrataron desde caricaturas y dibujos animados, hasta políticos de todos los tiempos, pasando por luchadores, súper héroes, personajes mitológicos y un sinfín de atavíos que orgullosos portaron los participantes.

La creatividad hizo gala de disfraces que fueron diseñados por los mismos participantes; pelucas de colores, maquillajes excéntricos, originales accesorios y pinturas estridentes llamaban la atención de quienes asisten sin caracterizarse por el simple placer de envolverse en la enigmática festividad.

Otros de los motivos de risa fueron los hombres vestidos de mujer y viceversa, quienes ven en esta fiesta la oportunidad de  –literalmente– ponerse en los zapatos del otro.

Todos convivieron y disfrutaron en una tradición en donde la alegría es la principal protagonista, representada también a través de los dulces que son lanzados  a los miles de espectadores que podrían pasar por locos, pero simplemente se mostraban felices y expectantes.

Pequeños y grandes por igual, atrapaban los caramelos que fueron recolectados por algunos en las sombrillas, que lejos de cubrir el sol, se convirtieron en el artefacto ideal para ganar más fabulosos premios.

“Es una tradición muy bonita que antes sólo era del pueblo, pero ha llamado la atención incluso de los extranjeros (...) En mi familia empezamos con los preparativos desde febrero y en mayo comenzamos a confeccionar los disfraces”, relató emocionado Isaac Salazar, que este año se convirtió en un temido minotauro y que confiesa, participa en esta fiesta cada año desde que era niño.

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