El andamio sube lentamente por la orilla del edificio, impulsado por la fuerza de los dos trabajadores y primos, Noé y Juan Ortiz, quienes amarrados con cuerdas de seguridad, ascenderán hasta lo alto del inmueble para limpiar los vidrios, trabajo que aprendieron a hacer en Dallas, Texas, en Estados Unidos, una actividad peligrosa, pero necesaria.

Los primos se aseguran casi al momento de subir a la plataforma, cuyo mecanismo no es eléctrico, como los que se usan en otros lados. En éste ambos hombres deben sincronizarse perfectamente para subir a la par y evitar inclinaciones.

Se colocan los arneses de seguridad, proporcionados por su jefe, Narciso Robles, ex militar que desde hace 20 años se dedica a la limpieza de ventanas en edificios. Al igual que Juan y Noé, estuvo en Dallas, donde se conocieron y trabajaron juntos.

Narciso, de forma amable, señala que limpiar vidrios en las alturas es tan complicado como tocar un violín, hacer un edificio o hacer entrevistas, “a mi me gusta limpiar vidrios y andar en las alturas”, asegura.

Destaca que en Querétaro brindan el servicio de limpieza de vidrios a unos 20 edificios, a pesar de que existe competencia, pues hay entre ocho y 10 firmas que ofrecen este tipo de trabajos, entre las locales y las que vienen de la Ciudad de México.

Explica que el tiempo que se tardan en limpiar un edificio es variable, pero uno como el que limpian en estos días, en Central Park, pueden demorar hasta tres semanas, mientras que otros se pueden terminar en un par de días, incluso en una jornada de trabajo.

Dice que la periodicidad con la cual se lavan los inmuebles depende del cliente, puesto que pueden hacerlo dos veces al año, otros sólo optan por requerir el servicio de forma anual, mientras que algunos lo solicitan cuatro o cinco veces al año.

Robles observa la maniobra que realizan Noé y Juan, quienes después de unos minutos se detienen a descansar, pues deben subir el andamio de forma manual, actividad lenta y cansado. Mientras los ve recuerda que comenzó en la limpieza de vidrios cuando se fue a Estados Unidos “a la aventura” y ahí consiguió este trabajo. Agregó que tiene conocimientos de rapel, por su formación militar, por lo que se dio cuenta que no lo tenía miedo a las alturas, lo que no sabía era limpiar vidrios y poner tornillos.

Añade que dejó las fuerzas armadas porque se aburrió, después de prestar sus servicios por alrededor de seis años.

Su jornada laboral, abunda, la comienzan a las 9 de la mañana y la concluyen cerca de las 4 de la tarde, su principal obstáculo es el viento, pues al calor se acostumbran, aunque siempre andan buscando la sombra para trabajar.

Hasta el momento, su empresa, “Claridad total”, está integrada por tres empleados; sin embargo, tiene planes para crecer porque en ocasiones no pueden cubrir todo el trabajo que les solicitan y demoran un par de semanas en hacerlo.

Apunta que con anterioridad se anunciaba en la Sección Amarilla, pero más que trabajos le llamaban de otros estados a hacer cotizaciones por su labor, lo que le generaba mayores gastos y le distraía de su actividad en Querétaro.

“Es gente que sólo anda buscando precios, son gastos y es pérdida de tiempo. [En ocasiones cuando] paso por una calle, veo un edificio que están haciendo, me acerco y les dejo alguna tarjeta. Por lo general me espero hasta que está terminado porque luego hay mucho intermediario que quiere agarrar el trabajo”, expresó.

Narciso precisa que regularmente realiza su trabajo a rapel y en raras ocasiones utiliza los andamios, lo que hace más extrema la actividad que realiza.

Noé, por su parte, comenta antes de subir a la estructura, que en Estados Unidos el salario no es muy diferente al que reciben en México, da para vivir y nada más, al tiempo que señala que aprendió a limpiar vidrios por necesidad.

Noé ríe cuando se le pregunta si le teme a las alturas y si voltea hacia abajo. Confiesa que sí voltea para el suelo y hacia todos lados, pero estar en las alturas lo toma como cosa normal, mientras presume su equipo de seguridad, que consiste en arneses y cuerdas, similares a los que usan los alpinistas y escaladores, indumentaria que les ha sido proporcionada por su jefe Narciso.

Casado y padre de tres hijos, de nueve, seis y cuatro años, dice que no habla mucho con ellos sobre sus actividades en el trabajo para que los menores no se asusten.

Los lentes oscuros también son necesarios para proteger sus ojos de los reflejos del sol y antes de subir “es necesario echarse la bendición”, coinciden.

Juan, por su parte, asegura que nunca se aburre en su empleo, “todos tenemos que trabajar, no creo que todos los hagan por gusto”, expresa.

Narra que comenzó en esta actividad después de conocer que su primo también se dedicaba a esto en Dallas, y aunque no ganaban mucho dinero, les daba para vivir. Hace tres años regresó de Estados Unidos porque extrañaba su tierra y su gente, aunque la diferencia no era mucha.

Las alturas los esperan

Los tres hombres coinciden en que trabajar en estas condiciones es muy complicado, pues la tecnología, además de arcaica, es insegura.

Antes de subir, Narciso colocó unos plásticos en la plataforma para proteger los cristales de los posibles golpes que pudiera recibir por el movimiento natural de la misma mientras los dos trabajadores maniobran y realizan sus actividades desde las alturas.

Narciso explica que por seguridad sólo pueden subir dos personas a la estructura porque está hecho para soportar 500 kilogramos; el peso de los hombres, el equipo de seguridad y el material de limpieza, se acercan a ese límite.

Agrega que trabajar en rapel es más seguro y sencillo para ellos porque dominan la técnica, incluso para bajar y subir es más práctico.

Muchos empleados de las oficinas del corporativo salen y observan el trabajo de los limpiavidrios de altura. Algunos toman fotos con sus teléfonos celulares, lo cual no incomoda a Narciso y sus hombres.

Recuerda que en Dallas, los reporteros de televisión los veían trabajar, los grababan desde el piso, esperando que tuvieran un percance y tener en video el accidente, pero afortunadamente nunca sucedió nada, lo que hacía que los comunicadores se fueran frustrados del lugar.

“Todos merecen comer, hasta los de las funerarias”, bromea Narciso, quien no para de ver a Juan y Noé, que ya están limpiando los vidrios del inmueble a una altura de 10 metros

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