El cinito camaján, holgazán por definición, cree que al copiar viejas películas de éxito replicará el prestigio, la diversión, el valor de su modelo. Pero no. Tan sólo es un parásito buscando vivir de lo estrictamente comercial, sin las ideas ni el estilo en su momento interesantes. Chiquito en propuesta, débil en logros; simple mala copia, el cinito camaján no es exclusivo de México: es tendencia mundial ante la cero originalidad dominante.

Un triste ejemplo, La boda de mi mejor amigo (2019), segundo largometraje de Celso R. García, que intenta seguir al pie de la letra la película homónima de P.J. Hogan de 1997 (con Julia Roberts, Rupert Everett, Cameron Díaz y Dermot Mulroney), ¡y re hecho apenas hace tres años en China!, que estableció a la comedia nupcial como género rentable. Ahora el cuarteto de actores (Ana Serradilla, Natasha Dupeyrón, Miguel Ángel Silvestre y Carlos Ferro) parecen muñecos de teatro guiñol en festival nada divertido que exalta el sobado concepto de que la única felicidad femenina se encuentra en el matrimonio.

En la versión de 1997 había sutilezas. Hoy la suma de obviedades no contiene originalidad alguna más allá de ser la película del instante (oportunamente estrenada para el día de los novios), sin diferencia sustancial, por ejemplo, con la similar La boda de Valentina, de 2018, donde al menos el guión, aquí sí original, tenía como apunte una corrupta familia unida para lograr el enlace más fifí del año. Esta vez no. Porque el cinito camaján hace un cínico clon defectuoso con el que pretende lucrar. Mejor ver el filme original doblado al español.

Cuando una película hollywoodense retrasa su estreno casi siempre es mala noticia. Significa que algo no funciona. Caso en cuestión, Battle angel: la última guerrera (2019), película 17 de Robert Rodriguez que se iba a estrenar en diciembre. Pretende ser de culto por pasar a cine (con calidad chafa) el cómic manga cyberpunk Gunnm de Yukito Kishiro. Por supuesto el defecto principal es la protagonista, Alita (14% de la actriz Rosa Salazar, quien tiene ojos grandes de expresiva mirada, lo que hacía innecesario el 86% de dibujo computarizado; con maquillaje habría sido más verosímil), que nunca es tan humana como la película pretende. Nada más fracasa al darle “movimiento” al dinamismo gráfico del cómic.

Los ojos grandes son constantes en el estilo del manga japonés. Que sólo Alita los tenga no es creativo: deriva de la sobrevalorada mitología Avatar del productor & coguionista James Cameron. Battle angel, anti-utopía adolescente mini Avatar mezclada con Rollerball (1975) & Brutal belleza (1972), es otra deplorable adaptación de anime como La vigilante del futuro: Ghost in the Shell (2018).

Rodriguez tiene una carrera irregular con pocas películas buenas; la mayoría oscilan entre el absurdo y la vulgaridad. Battle angel está en las absurdas al ser un impresionante churro de 200 millones de dólares, con personajes acartonados, como Vector (el buen actor Mahershala Ali en plan malote de caricatura) o Dyson Ido (Christoph Waltz con harta flojerita). Es comprensible el retraso del estreno. Seguro se hicieron modificaciones sustanciales; el error de origen era imposible de arreglar y en la saturación de efectos especiales, los defectos son evidentes, más en una cinta que parece tedioso juego de video con una protagonista sintiéndose Pinocho siglo XXVI. Un fracaso. Sin duda.

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