Hay filmes juguetones con las expectativas del espectador. Por ejemplo, le hacen creer que el argumento en los primeros minutos tomará rumbo específico y de forma inesperada hay un giro, pensado para transformar la historia. No es un giro final radical (como en El sexto sentido donde el vivo resulta fantasma) sino uno súbito sobre cuán engañosas son las apariencias.

Obsesión (2019), tercer largometraje del descuidado guionista-director Steven Knight, es de esos filmes. La anécdota inicial es el encuentro entre Dill (Matthew McConaughey) y Karen (Anne Hathaway), en lugar abandonado por la mano de Dios, con la curiosa petición de ella para él: matar a su actual esposo Frank (Jason Clarke). El problema, de ética, muy contemporáneo, consiste en justificar un acto por supuesto ilegal, pero moralmente permisible.

Obsesión cuestiona el bien y el mal
Obsesión cuestiona el bien y el mal

Knight logra una película retorcida, modificada por la obsesión y la paranoia absolutas: Dill enfrenta no sólo qué representa en su vida Karen, sino qué le dejaría el reencuentro. El director maneja la situación como engañoso juego de pescador intentando atrapar un tiburón. Aunque tal vez Dill sea la carnada. El uso simbólico de éste como capitán de un barco no es casual. Esta historia trata sobre cómo “pescar” a alguien –o algo.

La inspiración de Knight está en transformar una trama, en apariencia convencional, en cacería con fuerte sentido sobre el bien y el mal, encarnado en Duke (Djimon Hounsou), quien no pierde la brújula como conciencia en esta cinta amoral que suda no por el calor visto en pantalla, sino por la fiebre interna de su compleja situación. El uso de lo desconcertante la vuelve muy entretenida.

Hace dos años Feliz día de tu muerte fue un fenómeno, menor pero interesante, al reciclar en el género del terror la idea de un día que se repite hasta la saciedad. Para sobrevivirlo la protagonista debía descubrir y enfrentar a quien la asesinaba. La idea inspirada en Hechizo en el tiempo (1993) fue llevada al extremo. Parecía imposible una secuela. Pero el director original, Christopher Landon, retoma la anécdota de Scott Lobdell y la retuerce lo más alucinantemente posible para su quinto largometraje, Feliz día de tu muerte 2 (2019). La propuesta es idéntica a la parte uno. Es una deliberada copia de sí misma; algo tan arriesgado que es tanto una mala secuela como una de originalidad fuera de serie.

Obsesión cuestiona el bien y el mal
Obsesión cuestiona el bien y el mal

Es decir, se trata de una broma. Bastante bien llevada. Quien haya visto la primera descubre en ésta que la misma situación vivida por Tree (Jessica Rothe, exasperada pero divirtiéndose) funciona como en universo paralelo, algo demasiado visto en tiempos recientes.

Landon amplía la anécdota hacia otros personajes, como Ryan (Phi Vu) y Carter (Israel Broussard), para explicar por qué Tree vive este día una y otra vez. Como su nombre en inglés lo sugiere, su vida es un árbol, con diversas ramas —o vidas— que llevan al mismo resultado: el fruto de sus esfuerzos no cae lejos de la raíz que debe arrancar para sobrevivir al asesino con cara de muñeco. Una tarea descomunal en la primera parte; se antojaba imposible en esta segunda. El hecho sustancial acerca de la obsesiva concepción del personaje y su supervivencia mantiene aún el interés. La habilidad para hacer no una obra genial pero sí ingeniosa, es ejemplar. Y funciona como espécimen de terror hecho con bajo presupuesto. Nada más que la propuesta ya produjo dos cintas. Sería para jalarse los pelos ver una tercera con otro día igual, o sea, la copia de la copia.

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