Gustavo dice que aún siente temor de salir a la calle. Tras cinco meses de aislamiento social, el hombre explica que forzado por la nueva normalidad tiene que sobreponerse al miedo. “Vivo con mi madre que es adulta mayor, y yo tengo diabetes. Siento miedo de salir”, apunta.

Con más de 10 mil casos de Covid-19 en Querétaro y con semáforo amarillo, la situación de Gustavo es similar a la de muchos queretanos, quienes a pesar de que en teoría la pandemia va en retroceso, los números, con más de mil muertes en la entidad, la calle sigue siendo un lugar inseguro y peligroso.

Señala que las situaciones son dramáticas, pues ve en la televisión todos los días personas que no tienen las posibilidades de ser atendidas en los hospitales.

“Ver imágenes dramáticas de gente, en el Estado de México y la Ciudad de México, principalmente, que estaba muriendo afuera de los hospitales, ver a médicos contagiados, enfermeras. Imágenes muy dramáticas también en Perú, Ecuador, donde la gente no tenía dónde ser atendida y tampoco dónde sepultarse. Las imágenes que veíamos eran impactantes”.

Esta situación, dice Gustavo, genera temor entre las personas, más en aquellas que tienen alguna comorbilidad, como es su caso, al padecer diabetes. Ese temor aumentó, indica, cuando se dio a conocer del primer caso y la primera muerte por Covid-19, enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2, en Querétaro, hubo temor “y corres a tu casa como ratón, buscando evitar contagiarte de una enfermedad que no sabes cómo es, qué rostro tiene. Sólo ves las estadísticas que dicen que si eres diabético tienes una condición más vulnerable, y si eres persona de le edad, peor”.

Dice que no sólo es el miedo a contagiarse, sino también contagiar a la familia. En su caso, indica que vive con una persona de la tercera edad. Es por eso que no le gustaría verse contagiado, pues tanto él, como su madre, con quien vive, estarían en potencial riesgo de presentar complicaciones en caso de padecer Covid-19.

Comenta que la incertidumbre de saber si se burla la muerte, o no, ya es parte de la fortuna, pero llevarse además a otra personas, resulta devastador.

Las recomendaciones que daban y dan, de cubrirse el rostro con mascarilla y careta, lavarse las manos de manera constante, usar gel antibacterial, desinfectar los zapatos, lavar la ropa luego de salir a la calle, son medidas básicas.

“Pero cada vez que sales a la calle, yo lo sentía así, sentía que el virus estaba tocando a mi puerta. Incluso, me acuerdo que un día fui a comprar un refresco a la tienda, y abrir el refrigerador, y recordar todo lo que escuchabas… el miedo de agarrar el refrigerador, de abrir la puerta, sabiendo que esa puerta la habían agarrado muchas personas, no sabes quién. Piensas que con el simple hecho de agarrar un objeto te puedes contagiar”.

“Es un miedo terrible, que ves el virus cómo puede estar cerca, cómo puede estar lejos y no sabes cuándo te va a tocar”, platica.

Gustavo apunta que tras meses de ver las cifras de contagios, decesos y personas que se recuperaron del Covid-19 se empieza a vivir con ello, y se vuelve costumbre, junto con la necesidad de que el trabajo obliga a salir a hacer cosas, relajando la disciplina, hasta que llega algún síntoma de enfermedad respiratoria. Entonces vienen los reproches.

Las medidas de seguridad eran pocas. Gustavo compró cajas de guantes, caretas, cubrebocas. En un principio usaba una careta, pero como ha relajado las medidas de seguridad, “las caretas se quedaron aventadas”, al igual que los guantes que consiguió.

Para salir usaba camisas de manga larga, y antes de entrar a su casa se despojaba de sus prendas de vestir y del calzado. Era parte del rito para protegerse.

Actualmente, reconoce, lo ha dejado de hacer

“Creo que el confiarte puede ser contraproducente, porque no sabes cuándo te va a llegar la enfermedad”.

Para los alimentos, dice que compró un spray para limpiarlos, además de que por un tiempo recurrió a las aplicaciones para pedir comida y despensa, pero sus experiencias fueron malas, por lo que decidió salir a comprar él mismo los productos necesarios en casa.

El miedo, añade, se ha ido transformando, pues ahora incluso ya ha acudido a alguna taquería a comer o cenar, cuando en un principio eso era impensable.

Con la nueva normalidad, indica, tiene que regresar de manera paulatina a las actividades presenciales, donde tiene un puesto a nivel jefatura. Sin embargo, dice que trata de no estar donde haya mucha gente.

“Trato de estar en lugares donde puedas estar solo, o con dos o tres personas. Hace dos semanas tuve miedo de que probablemente tenía Covid, y tuve el miedo porque me sentí raro en la respiración, no era algo normal. Tenía dolor de garganta, pero no tenía los síntomas que dicen quienes se han enfermado, que es el dolor muscular y la fiebre alta. Me vi hace unos días con una amiga a la que le dio Covid y nos saludamos. El miedo nació por ahí. Pero fue una falsa alarma. No tuve el valor de hacerme la prueba”, confiesa.

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