Entre 1946 y 1988, los gobernantes priístas pudieron sortear vendavales políticos que en otros casos hubieran costado la permanencia en el poder: la devaluación de 1954, en la que la paridad peso/dólar pasó de 8.65 a 12.50 con Adolfo Ruiz Cortines; la represión de los maestros y los ferrocarrileros con Adolfo López Mateos; la matanza de Tlatelolco y la censura a los medios de comunicación con Gustavo Díaz Ordaz; la matanza del Jueves de Corpus, la escandalosa deuda externa y la flotación del peso con Luis Echeverría Álvarez; la devaluación de 28.50 a 46 pesos por dólar, la fuga de inversiones por 19 mil millones de pesos y la nacionalización de la banca privada con José López Portillo; y la ineptitud gubernamental de Miguel de la Madrid en el terremoto de 1985.

Pero también, durante la segunda mitad del siglo XX, y propiciados por los mismos gobiernos priístas, se sucedieron varios acontecimientos positivos para el país: el derecho de las mujeres al voto, la institución del aguinaldo, la creación del Libro de Texto Gratuito, la nacionalización de la Industria Eléctrica, así como el nacimiento de importantes instituciones que propiciaron una mejor calidad de vida a los mexicanos: el Instituto Mexicano del Seguro Social, el ISSSTE y el Instituto Nacional de Cancerología; el Instituto Politécnico Nacional; el Instituto Nacional de la Vivienda (antecedente del Infonavit); el Sistema de Transporte Colectivo Metro, y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, entre otros.

Hasta finales de la década de los 80, el PRI se presentaba a las elecciones con el triunfo asegurado, sea cual fuera la posición. El exceso se dio en 1976, cuando José López Portillo apareció en la boleta sin contrincante, obteniendo 16 millones 424 mil votos (91.9% del padrón), en un país de 25 millones de mexicanos. En ese proceso electoral, el Partido Acción Nacional (PAN) no presentó candidato, y Valentín Campa, del Partido Comunista Mexicano (PCM), obtuvo 921 mil votos (5.21%), pero como no tenía registro oficial, estos sufragios se contabilizaron como “votos nulos”. En la serie televisiva Los Sexenios, de Enrique Krauze, López Portillo cínicamente alardeaba sobre aquellas elecciones: “Con que hubiera votado mi mamá por su hijito, Pepito, yo hubiera salido ganador”.

En los tiempos lopezportillistas de la bonanza petrolera, el gobierno llegó a ser propietario de más de 1,150 empresas de todo tipo: hoteles, inmobiliarias, mineras, ingenios azucareros, automotrices, siderúrgicas, pesqueras y transbordadores, incluyendo cadenas y productoras de cine y televisión, y hasta cabarets y centros nocturnos.

De manera paralela, en el ámbito político, los 31 gobernadores, los 2 mil 458 presidentes municipales, y la totalidad de los congresos locales, así como los 237 diputados federales, y los 64 senadores de la República, eran priístas.

LA LOPPE DE LÓPEZ PORTILLO

Mas fue el propio López Portillo, a instancias de su secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, el que instrumentó importantes cambios legales que vendrían a transformar el espectro político del país.

En diciembre de 1977 se creó la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LOPPE), que otorgaba el registro a más de una organización que permanecía en la clandestinidad; permitía las coaliciones; abría para las distintas fuerzas políticas los tiempos oficiales en radio y televisión de manera permanente; contenía la nueva fórmula de la representación proporcional para garantizar la presencia parlamentaria de todos los partidos; y aumentaba de 186 a 400 el número de diputados que integrasen la Cámara Baja.

Los primeros frutos de esta reforma se vieron reflejados en las elecciones intermedias de 1979, cuando el PRI obtuvo 296 diputados federales y cuatro el PAN. Aplicando por primera vez el principio de representación proporcional, en la 51 Legislatura del Congreso de la Unión el PAN accedió a 39 diputaciones plurinominales; el Partido Comunista Mexicano a 18; el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) a 12; el Partido Popular Socialista (PPS) a 11; el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) a 10; y el Partido Demócrata Mexicano (PDM) a 10. En plena bonanza petrolera, la nueva estructura de 400 diputados federales obligó a la construcción de un nuevo recinto: el faraónico Palacio Legislativo de San Lázaro, inaugurado en 1981, con motivo del Quinto Informe de Gobierno de López Portillo.

Ese mismo 1979, el Senado de la República, con 63 curules priístas, por primera vez en su historia tuvo en su recinto a un senador de la oposición: Jorge Cruickshank García, del PPS, que hábilmente negoció esta posición a su favor —era el presidente nacional del partido—, a cambio de reconocer el triunfo del PRI en las elecciones estatales de Nayarit, que sorprendente encabezaba el pepesista Alejandro Gascón Mercado. Las concertacesiones comenzaban a dar sus primeros pasos.

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