La calle de Madero se pinta del verde de las palmas de los fieles que participan en la procesión de Domingo de Ramos, que parte del templo de Santa Clara a la catedral de la capital. El olor a incienso se propaga por la calle de Madero, mientras los feligreses avanzan por la misma, ante la mirada de paseantes. Algunos se suman y caminan con los sacerdotes y monaguillos encabezados por el obispo de la Diócesis de Querétaro, Faustino Armendáriz Jiménez.

En las inmediaciones del templo de Santa Clara, en el andador Madero, desde antes del inicio de la procesión unos jóvenes dan una plática a los fieles católicos, sobre temas como el estilo de vida de la religión católica y cómo deben de pensar y vivir los religiosos.

Las jardineras de los árboles que rodean al templo sirven para dar sombra a los vendedores de palmas, a las religiosas que venden galletas, rompope y otros productos hechos por ellas, aprovechando la cantidad de personas que acuden este Domingo de Ramos a los templos católicos.

El templo de Santa Clara luce lleno de feligreses que con las palmas en mano participan en misa, escuchan la homilía y bendicen sus palmas. Muchos de los visitantes permanecen ajenos a la celebración. Salen a pasear por las calles, hacen caso omiso al repicar de las campanas que suenan en los diferentes templos queretanos.

Marco Antonio de la Cruz González, hace la forma de una palma bajo la sombra de un árbol que está frente a la entrada del templo de Santa Clara. El joven originario del Estado de México, del municipio de Atlacomulco, dice que todos los años acude al estado de Querétaro, junto con su familia, a vender las palmas que por tradición realizan.

Menciona que hacer los ramos lo aprendió de sus padres, a quienes a su vez sus padres les enseñaron, siendo un oficio de varias generaciones en su familia, siendo transmitido poco a poco a los más jóvenes.

Señala que se preparan para venir a Querétaro todos los años. Para ello, se alistan alrededor de tres meses antes, preparando la mercancía y los diferentes modelos de palmas que realizan.

Entre los productos que ofrecen, además de los tradicionales ramos, se suman cruces, vírgenes, entre otras figuras elaboradas con popote, espigas de trigo, y la tradicional palma.

Una mujer pregunta a Marco Antonio los precios de los artículos. No son caros. Los más costosos llegan a los 25 pesos. Los más económicos, cinco pesos. La mujer se lleva una virgen, por la que paga solamente 15 pesos.

Comenta que él y su familia llegan el sábado previo al Domingo de Ramos y regresan al Estado de México el lunes de la Semana Santa. Indica que las ventas este año han estado más o menos “buenas”, aunque en muy poco tiempo ya vendió cinco palmas.

Otro joven llega al puesto de Marco Antonio, se lleva dos cruces hechas de palma, con una imagen religiosa al frente.

El joven comenta que le gusta la celebración de Semana Santa, pues tienen un tiempo para el descanso con la familia y de la escuela, pues Marco Antonio el resto del año lo dedica a completamente a su preparación académica.

Marco Antonio sigue tejiendo la palma verde, mientras la gente pasa frente a él y observa su mercancía y a él en la elaboración de la palma, que minutos después bendecirá el obispo queretano.

Al interior de Santa Clara, en una habitación, los 12 hombres que representan a los apóstoles, afinan los últimos detalles en sus atuendos para comenzar la procesión rumbo a la catedral.

En otra habitación, un grupo de monaguillos y sacerdotes se preparan. El obispo Armendáriz Jiménez entre ellos. Los retablos, los cuadros con motivos sacros, y los muros con sus pinturas, así como el olor al incienso que se prepara para la procesión, da un toque especial a los preparativos.

Ahí, antes de partir, el obispo explica que la “cruz” de la vida no se negocia, se abraza con humildad, o se rechaza y se siguen los planes propios. “La gran esperanza es que al final está la resurrección, es decir, una vida nueva”.

El obispo agrega que la “cruz” de la vida a veces es física, como en el caso de los pobres, o para papás o mamás que tienen a sus hijos desaparecidos, o que sufren la violencia que se vive en el país, esa es su cruz real.

También está la “cruz” de la responsabilidad con una familia, con una pareja, la responsabilidad en un trabajo, que se tiene que asumir con lealtad y honestidad.

Agrega que son tiempos de reflexión y de escuchar a Dios, a quien no se puede escuchar en el “relajo”, se le escucha en el silencio, “eso es para todos. También para mí”.

El obispo se alista. Sale ante los fieles que lo esperan en Santa Clara, les ofrece unas palabras, y la procesión parte hacia su destino.

La gente se detiene cuando ve al séquito que se dirige a la catedral queretana. Algunos, que se dirigían a otros templos se detienen y se unen al contingente. Encabezan los monaguillos, junto con un sacerdote que lleva las escrituras en alto, a la vista de todos. Sigue un grupo de sacerdotes y los fieles. Atrás, el obispo es seguido por un grupo de músicos que tocan cánticos religiosos.

La procesión llega en unos cuantos minutos a la catedral, que ya está llena de fieles. Dando inicio a la celebración de Semana Santa en Querétaro.

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