“El color de la sangre no se olvida”, se lee en una de las mantas que los estudiantes universitarios llevan consigo en la marcha que se realizó ayer por la tarde, para recordar la matanza del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas.

A 51 años de distancia, los jóvenes, que han leído o visto documentales de ese aciago año y su movimiento estudiantil, se reúnen en la explanada de la rectoría de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) para caminar por las calles del primer cuadro de la capital de Querétaro.

Los gritos de “¡2 de octubre no se olvida!”, “¡Ni perdón ni olvido!”, se mezclan con los “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, “uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, ¡justicia!”.

Cada generación tiene sus caídos y, junto a ellos, se recuerdan a los caídos de hace 51 años.

Cinco décadas y en la memoria colectiva, en la memoria universitaria, en la de la sociedad queretana, los estudiantes de hace cinco décadas siguen presentes.

Chicas y chicos marchan juntos. Ellas toman un papel activo en la movilización. Las mantas que encabeza el contingente son portadas por dos jóvenes que cubren sus rostros con pañuelos rojos con el número 68 impreso.

Avanzan por las calles. No dejan de gritar consignas, ante la mirada curiosa de los queretanos de todas las generaciones. Los más chicos los ven con curiosidad. Los mayores quizá revivan en sus memorias esos días, cuando los universitarios de la Ciudad de México tomaron las calles, cuando marcharon por las principales avenidas de la capital del país, junto con el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Javier Barros Sierra, para protestar por la toma de Ciudad Universitaria por parte del Ejército.

Actualmente, los universitarios queretanos marchan para recordarlos. Emulan a esos muchachos que querían la desaparición del cuerpo de granaderos, libertad de todos los presos políticos, derogación del artículo 145 del Código Penal Federal, el cual regulaba los delitos de disolución social, que se entendían como la difusión de ideas que perturben el orden público o afecten la soberanía nacional; destitución de los jefes policiacos Luis Cueto y Raúl Mendiolea, indemnización a las víctimas de los actos represivos, y deslinde de responsabilidades de los funcionarios involucrados en actos de violencia contra los estudiantes.

Marchan sin detenerse. Los jóvenes, escoltados por un discreto operativo policial para hacer cortes a la circulación en las avenidas, avanzan por el primer cuadro queretano. El contingente llega a Corregidora. Las campanas del templo de San Francisco repican incesantemente. Sin embargo, no logran callar los gritos de los jóvenes. Luego se escuchan algunos cohetones. Los jóvenes gritan, celebran la que consideran una bienvenida por parte de los encargados del templo.

Algunos ciudadanos ven con temor a la marcha. Las noticias y las amenazas de violencia en las manifestaciones en la Ciudad de México, despiertan el nerviosismo de los queretanos.

Sin embargo, no pasa nada. En la marcha sólo hay gritos, junto con las miradas de los ciudadanos.

Llegan a Plaza de Armas. Los jóvenes van tomando su lugar frente a Palacio de Gobierno. Hacen un semicírculo. Una joven lee un poema, donde recuerda el Jueves de Corpus, a Lucio Cabañas, Ayotzinapa, los desaparecidos, los que ya no están.

“Nosotros volveremos a gritar que el Estado se los llevó y que vivos los queremos”, dice la joven a través de un megáfono. “En mi país se criminaliza la protesta y el Ejército nos clava dagas sólo por llevar libros bajo el brazo, pero a nosotros la memoria se nos atraviesa en la garganta y en el pecho de nuestras madres”.

La joven termina su participación y recibe una ovación de los presentes, quienes previamente recordaron a los 43 de Ayotzinapa. Un joven con barba no lo puede evitar y llora ante el mensaje de la chica de no más de 22 años de edad.

Se abre el espacio para quien quiera dar un mensaje a sus compañeros. Una joven morena, de cabello negro y largo toma el megáfono para decir que ellos, esta generación sigue en lucha.

“El día de hoy no es sólo un día de recuerdo. El día de hoy no es sólamente un día de recuerdo que viene a engrosar la larga lista de eventos que el Estado nos recuerda como fechas que quedaron en el olvido, que aparentemente han apagado la lucha revolucionaria, que aparentemente han creído que nosotros, estudiantes, estamos perdidos, que tenemos miedo, que no vamos a hacer nada y que vamos a dejar pasar la represión, la violencia y todas las cosas que nos hace el Estado”, señala.

Dice que vienen a exigir justicia por un crimen que cometió el Estado contra estudiantes, contra el pueblo, contra las mujeres.

Otros jóvenes toman la palabra. Recuerdan las violaciones de derechos humanos. Recuerdan a los 43 de Ayotzinapa, a los 30 mil desaparecidos en todo México, la impunidad, la violencia contra los jóvenes. El legado de aquellos universitarios del 68 está vivo.

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