Son decenas de hombres

La mayoría con gorra, mochila y una esperanza y paciencia inquebrantables. Porque de que la “chamba” llega, llega, pero hay que saber y querer esperar. Algunos son de municipios queretanos, y también hombres procedentes de otros estados del país que apenas llegaron a Querétaro y supieron que ahí, en las inmediaciones de la terminal de autobuses del estado, es donde los “patrones circulan con sus trocas” para buscar trabajadores para la jornada.

¿Cuántos y de a cómo?, es lo único que importa. Cuántos suben a las camionetas y cuánto les pagarán por el día. Normalmente una jornada de ocho horas; y si bien les va, el trabajo se extenderá unas semanas.

Albañilería, ayudantes de descarga, pintura y plomería son la gama de oficios de los que esperan. A ratos se acomodan en unos escalones de un local fuera de servicio que están frente a la entrada del acceso A.

A ratos están de pie, a la orilla de la banqueta, con la mirada hacia el circuito de asfalto por donde dan vuelta las camionetas que habrán de detenerse con la oferta.

Unos tienen más suerte y consiguieron “jale” más temprano. A los demás no les queda más que esperar. Unos llegaron a las seis y media, siete de la mañana, y pueden esperar hasta las dos, tres, cuatro de la tarde. “Cuando ya de plano no cae nada”, se van.

Al otro día se repite la rutina que parece inquebrantable como su esperanza de la llegada de la chamba del día. Tal vez sea mejor que ayer; tal vez sea otra vez de espera, de paciencia, de aguantar hambre y tal vez de buscar dónde pasar la noche. Espera demasiado incierta.

Las camionetas se detienen

Enseguida están unos 10, 12, tratando de escuchar la oferta desde la ventana del vehículo. Se acercan otros.

—¡Órale, órale, se van cinco por 250 [pesos] el día de ayudante! —se escucha, y los cinco interesados ya están arriba. La camioneta arranca y se va. A esos cinco ya les salió su día.

Eso es temprano, porque conforme avanzan las horas se reducen la opciones de que los empleadores que por ahí circulen se lleven a varios trabajadores, pues si acaso solicitan uno o a lo mucho dos.

Es una labor que no cuenta con prestaciones laborales, sin regulación ante la ley. Un formato de empleo que permite pagos por día a consideración del empleador y que las decenas de hombres aceptan, dependiendo la necesidad de cada uno.

Hay incluso hombres que ahí esperan, pero que sólo se emplearán si les ofrecen más de 300 pesos, pues dicen que hay que hacer valer lo que uno sabe hacer. Tarifas que no todos los de las trocas aceptan, así que ahí esperarán hasta que llegue alguien que acepte la tarifa.

Pero son más los que le entran a todo y con 200 o 250 pesos que les den por su trabajo se dan por bien servidos por la jornada.

Eso cuentan a groso modo los trabajadores que ahí aguardan a que llegue el trabajo, sin embargo no son muchos los que se animan a platicar sobre las vicisitudes por las que atraviesan al permanecer en ese lugar.

José Carlos, en busca de un jale

José Carlos Contreras llegó hace dos meses de Zacatecas a Querétaro, lugar al que vino “a buscar chamba”.

Porque entre los obreros, que a veces carecen de documentos como acta de nacimiento o Clave Única de Registro de Población (CURP), se dice que en Querétaro hay más chamba que en otros estados, pagan mejor y las rentas y las comidas no son tan caras.

Eso es lo que cuenta José Carlos. Antes de llegar a Querétaro había trabajado de la misma forma en Monterrey, León y Aguascalientes.

“Aquí sí hay jale, todos esos edificios que están haciendo, pero esta es la plaza, así es, los patrones ya saben que aquí van a encontrar, y así se maneja, con el regateo de cuánto se paga, y ya uno ve si se va o no”, contó.

Para él no hay pierde, lugar al que llega, lugar donde encuentra “la plaza” para trabajar.

A diferencia de Monterrey, en Querétaro ha encontrado un poco más de seguridad, pues en la Sultana del Norte la situación se ha complicado para los que como Carlos buscan ganarse honradamente el sustento del día. “Allá se los llevan y ni les pagan a unos, a propósito”, agrega José Carlos.

Un hombre de más de 40 años, que no tiene familia y es soltero, pues se ha dedicado a buscar los mejores lugares para trabajar, por lo que de Zacatecas fue a Aguascalientes, de Aguascalientes a León, de León a Monterrey, y de Monterrey a Querétaro.

Y aunque su lugar de origen se destaca por ser un estado con alta migración a Estados Unidos, José Carlos nunca ha probado suerte para cruzar la frontera norte. “Ahí no hay trabajo como aquí”, afirma.

Su visión es día a día y no tiene un estimado de tiempo de permanencia en Querétaro. “Ahorita me voy a esperar aquí a ver si me sale una chamba buena, a ver si puedo juntar una lana, ahorrar un poco. Hay trabajo, en otros lugares no hay plaza como ésta y es más difícil, pero aquí sí sale trabajo”, consideró.

Sin embargo, el obrero contó que mientras el trabajo llega, no tiene dónde pasar la noche.

“Había rentado un cuarto por una semana, pero ya se venció. Ahorita ando como indigente, no tengo dónde quedarme; a ver si cae otra chamba como ayudante general, que es lo que agarro, lo que me paguen, porque los que son oficiales de albañilería todavía se pueden defender un poco y pedir más paga, pero yo le entro a lo que me pongan”, revela.

José Carlos carga una mochila pequeña. Ya es tarde y al parecer el día pasará en blanco. Se sienta de nuevo en los escalones que están en el lugar y espera con su mochila entre los brazos. A ver si mañana la suerte es otra.

En busca del sustento para la familia

Luis Sánchez es originario del municipio de Cadereyta. Es otro de los obreros que espera en la Central de Autobuses de Querétaro. “Hay poco trabajo, ya no es como antes”, platica.

Son cinco días a la semana los que el señor asiste a ese lugar para ofrecer sus servicios de albañilería, e indicó que son 250 pesos los que normalmente los patrones ofrecen en este rubro como ayudantes generales.

Lo difícil para él, en caso de no obtener algún trabajo, “es que se gasta en el pasaje para venir acá. Si no sale algo en la semana, pues ese dinero ya se perdió”.

Situación complicada que cobra mayor sentido cuando el trabajador refiere que su intención es buscar el sustento de su familia: su esposa y tres hijos.

“Mis tres hijos aún van a la escuela, así que todavía no aportan a la economía de la casa, pero se ha puesto canija la situación para conseguir trabajo”, explicó. Sin embargo, son varios años de presentarse en la central camionera a esperar las ofertas de trabajo.

Cuando llegan las camionetas de los patrones no hay un orden, ni se respeta quién llegó más temprano. Ahí todos están atentos, aunque las personas de las camionetas normalmente “se llevan dos personas para trabajar”.

Pero además de la falta de trabajo, don Luis también contó que otra de las cosas que se complican es cuando la policía pasa por el lugar y quiere llevárselos detenidos. Una situación más de la que cuidarse.

Ambos obreros consideraron necesario que el gobierno se interese en sectores como el de los obreros, así como una regulación hacia los empleadores y contratistas que se acercan a la terminal de autobuses en busca de mano de obra barata, aunque sin ofrecer ninguna prestación de ley y seguridad a los trabajadores.

Son decenas de hombres los que encuentran una esperanza en ese lugar. Los que esperan pacientes sacudirse el desempleo al subirse a una camioneta sin saber a dónde los llevarán, pero con la seguridad de ganar el sustento del día. Y si hay suerte, tal vez mañana también.

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