Los tres hermanos Alvarado jugaron futbol con el equipo de Querétaro, ya sea como Gallos Blancos o como Atletas Campesinos, en una época en donde el glamour y los sueldos exorbitantes no existían. Afirman que antes había verdadero amor a la camiseta, algo que con el tiempo y la profesionalización se perdió.

Jorge Luis Alvarado Barrera, el más joven de los hermanos, es quien quizá le tocó vivir el trago más amargo en la historia de Gallos Blancos, vivió aquel accidente hace 30 años, cuando regresaban de jugar en Tampico.

Narra que inició su carrera en el Querétaro, que en aquel entonces pertenecía a la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) en la temporada 86-87, y en 93-94 se retiró.

Reconoce que tiene recuerdos contrastantes en esa época debutó de la mano de Luis Alvarado. “Fue el primer año que defendí la camiseta de Gallos Blancos, y el año del accidente. Fue muy contrastante el torneo, enriquecedor, llegaron jugadores de fuera, pero de mucha calidad”, indica.

Agrega que en 1987 el equipo casi empezó de cero, con poca gente en los entrenamientos, después ingresaron más y en ese tiempo la UAQ volvió a tomar al equipo.

Al inicio de la temporada no les fue nada bien, los resultados eran malos, no se ganaba, pero poco a poco con el esfuerzo del ‘profe’ Alvarado logró cerrar filas y calificar a la liguilla, en la que fueron una máquina de futbol, obteniendo buenos resultados.

El contraste viene cuando los integrantes del equipo deben viajar a Tamaulipas para jugar, entusiasmados por obtener un buen resultado de visitante, como locales no habían conocido la derrota, por lo que el empate obtenido ante Correcaminos era ventaja para los emplumados.

“Vamos a Tamaulipas y sacamos un buen resultado, veníamos felices de que habíamos tenido un buen resultado y que le íbamos a dar aquí en Querétaro a la afición lo que había esperado tantos años, y en dos segundos pasa la tragedia”, confiesa.

El veterano recuerda que él venía sentado en la parte de atrás, al lado de Palomares, quien se pasó con él; mientras que adelante de ellos venían Agustín Jiménez, Gerardo “Pillo” Orona y René Montalvo, quienes lamentablemente perdieron la vida en ese percance.

“Tuve la fortuna de salir del camión. Éramos personas atléticas, rápidamente me recuperé me levanté y no tardé en percatarme de la tragedia que vivimos en tres segundos. Después, para hacer más triste la situación, llegó la porra, porque los habíamos rebasado, y a final son ellos quienes nos dan los primeros auxilios”, recuerda.

“Me queda claro que es cuestión de Dios [soy católico], en este tema él decidió que siguiera con vida y en el otro sí te afecta. Salgo poco a carretera, a raíz de esta situación. Refiero que no fue ninguna curva, no fue exceso de velocidad, nada. No me he recuperado, pero me ha servido, te vuelves una persona muy madura, tomas más precauciones. La vida no la tienes comprada”, sostiene.

Agrega no pudo acudir al sepelio de sus compañeros, fue hospitalizado debido a las heridas que sufrió durante el percance, además de que mantenía una relación estrecha con Montalvo y el “Pillo”, el primero porque también era queretano y por el segundo era vecino de él, además por ser muy jóvenes cuando pasó este hecho.

Apunta que las heridas físicas sanaron, pero las emocionales no, a pesar de que les trajeron al doctor de Pumas y la Selección Nacional, Octavio Rivas, quien les ayudó mucho.

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