Hay una línea que separa las pugnas deportivas de las diferencias personales. Guillermo Ochoa no está dispuesto a rebasarla.

El ceño del canterano americanista se frunce al escuchar la teoría de que el fuerte golpe sufrido por José de Jesús Corona, en el choque ante Israel, le puede ser benéfico en la lucha por ser el guardameta tricolor en Brasil 2014.

No está dispuesto a viajar a su tercera Copa del Mundo y no tener minuto alguno de juego, pero desea imponerse en buena lid.

“Primero es la salud. Ojalá que [Corona] esté bien lo antes posible”, sentencia el chico de la ensortijada cabellera. “Ahorita no cabe, ni es bueno, platicar de lo deportivo”.

Es por eso que no le agradó entrar a un partido que, en teoría, debería observar en su totalidad desde el banquillo.

Miguel Herrera iba a cumplir lo que prometió a los tres guardametas convocados: cada uno gozaría de 90 minutos para mostrarse... Hasta que Francisco Javier Rodríguez propinó aquel rodillazo accidental al futbolista del Cruz Azul.

El Piojo prefirió a Ochoa sobre Alfredo Talavera, aunque todavía no está claro si atajará mañana, contra Ecuador, en Arlington o deberá aguardar para el choque del martes, frente a Bosnia-Herzegovina, sobre el césped del Soldier Field en Chicago.

“[Me siento] contento por jugar, aunque de ninguna manera fue la circunstancia ideal”, admite, con cierto recato. “Siempre es difícil cuando un colega tiene una situación así, un accidente, pero ojalá todo esté bien”.

Su postura no se modifica ni un ápice al recordar el electrizante momento de su ingreso al campo. Bastó que se levantara a calentar para que se escucharan aplausos, pero el Estadio Azteca explotó cuando sustituyó a su eterno adversario deportivo.

Le halagó el rugido del Coloso de Santa Úrsula, aunque su mente nunca dejó de estar al lado de Corona.

“[Estoy] feliz, porque el Azteca siempre ha sido mi casa”, presume. “[Me encuentro] contento porque nunca he dejado de tener el cariño y apoyo del público. Trato de regresárselo con mis actuaciones en Selección y con mi equipo”.

Auténtico rockstar disfrazado de guardameta, capaz de revivir a un público que había sido noqueado por la inesperada salida de Corona. Su aparición hizo recordar que El Piojo sufrirá para elegir a su titular.

Ochoa lo toma con calma y prefiere enfocarse en el beneficio colectivo. A final de cuentas, dispondrá de 90 minutos más para mostrarse.

Lo que explica con claridad su esfuerzo en ponderar los progresos mostrados ante Israel, más allá de la goleada.

“El resultado es lo de menos. Lo importante es el funcionamiento y que todos los jugadores vayan agarrando ritmo, confianza”, asegura de manera tajante. “Ahí vamos. Es bonito ganar, acostumbrarte a eso...”.

Aunque, para él, definitivamente siempre debe ser sin aprovecharse de la desgracia ajena.

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