Bastaron 20 minutos para que Juan Carlos Osorio se despojara del saco que completó su outfit. Es cierto que los pesados rayos solares californianos le pegaban de frente, pero lo que realmente incomodaba al entrenador nacional era el enésimo acto de esa dolorosa puesta en escena denominada "confusión total".

Eso explicó las interminables indicaciones dadas desde la zona técnica del Rose Bowl. Ninguna funcionó. El 0-0 reflejado por el antiguo marcador del estadio fue una dura losa para el colombiano y los 82 mil 345 espectadores que aprovecharon el festejo por el Memorial Day para asistir al duelo. Todos, abuchearon tras el silbatazo final del árbitro Armando Villarreal.

Aburrida despedida, de este lado de la frontera, para un equipo que genera más preocupación que ilusión a 19 días de su debut en la XXI Copa del Mundo. El colombiano mostró que sus recursos son inagotables. Empleó otra alineación inédita. Tampoco le dio los resultados esperados.

Los brazos capidos y las miradas absortas camino al vestuario fueron irrefutables pruebas de las pocas certezas que ofrece el Tricolor, por más que el discurso sea otro. Sin su principal estrella, Gareth Bale, ese que marcó un gol de antología e la reciente final de la Champions League, Gales metió en problemas a la Selección Mexicana, sobre todo en los contragolpes.

ugadas que provocaron el peor rostro de Osorio, desesperado y colérico. Héctor Herrera y Jonathan dos Santos erraron en casi todas sus ejecuciones en saques de esquina, falencia aprovechada por los británicos para generar nerviosismo y confirmar las dudas. Lo positivo para los verdes fue la mala puntería e imprecisiones del adversario.

Érick Gutiérrez también mostró esas carencias. El volante del Pachuca fue titular, pero confirmó que su presencia sólo se debe a precaución por la lesión de Andrés Guardado. Si el futbolista del Real Betis se espera, lo que está en planes, el chico será uno de los descartes. Pocas veces entró en contacto con la pelota y, cuando lo hizo, se equivocó.

Giovani dos Santos tampoco la pasó bien. Jugó poco más de 20 minutos, pero su futbol es intrascendente. Volvió a decepcionar a ese hombre que cada día luce más resignado a que no le ayudará a marcar diferencia, como -en teoría- debería hacerlo gracias a su talento. Desperdició la única opción que tuvo, cerca del final.

Jesús Molina y Édson Álvarez cumplieron a secas. Para ellos también fue una prueba y, aunque mostraron más ímpetu, resultaría muy aventurado afirmar que la pasaron.

Nadie la aprobó ayer. Javier Aquino, Jesús "Tecatito" Corona y Javier Hernández coquetearon con el gol, pero el meta Wayne Hennessey se los arrebató en la primera mitad, esa en la que la Selección Mexicana estuvo menos confundida.

Porque lo del complemento se basó en esfuerzos individuales. Los ingresos de Hirving Lozano y Jürgen Damm dieron al representativo ese vértigo que tanto gusta al estratega sudamericano. El problema es que, a mayor velocidad, el riesgo de equivocarse crece. Ambos lo experimentaron.

De poco sirvió que Osorio desgarrara su garganta en pos de que llegara la jugada que maquillara lo sucedido, porque él sabía que el funcionamiento -otra vez- no fue el adecuado.

La gran diferencia ahora es que queda muy poco margen para el ensayo. Todo ha quedado reducido al choque contra Escocia, el sábado en el Estadio Azteca, y a la visita a Dinamarca. Al reloj de arena mundialista le quedan muy pocos granos por caer y no hay muchos motivos para ilusionarse. Por eso, el cuestionado entrenador terminó sin saco, con las manos en los bolsillos del pantalón y el rostro de piedra.

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