Con una pequeña sonrisa, de esas que en ocasiones regala, Guillermo Vázquez volvió a su banquillo mientras el estadio Olímpico Universitario rugía por la fantástica definición del central Gerardo Alcoba (23’). Quedaba más de una hora por jugar, pero el director técnico de los Pumas sabía que el cotejo estaba finiquitado.

Sus futbolistas comprobaron la teoría, sobre todo durante el segundo tiempo, convertido en estéril vaivén.

Electrizante debut felino en el Apertura 2015 (3-0), con la contundencia como principal arma, reforzada por la velocidad de un ataque capaz de generar ilusiones en Ciudad Universitaria.

Sólo Ismael Sosa estremeció las redes del Monterrey (29’), fue lo de menos. Fidel Martínez y Eduardo Herrera enseñaron que formarán una sociedad tan letal como espectacular.

Cuando Antonio Mohamed intentó hacer reaccionar a los Rayados, con base en gritos, ya perdían por dos anotaciones. El ‘Turco’ sufría en la calurosa zona técnica, al tiempo que su rival estratégico gozaba, refugiado en la sombra de la efectividad.

Los Pumas necesitaron menos de media hora para celebrar tres veces y sentenciar el duelo. No hacían tal cantidad de goles en tan poco tiempo desde el 23 de noviembre. Sí, el adversario fue el mismo que ayer.

“El equipo hizo un buen primer tiempo, con intensidad, bastante dispuesto, sólido a la hora de defender y lo que pretendemos es mantenernos. No nos podemos conformar, ni confiar”, aconsejó Vázquez. “Fue un buen inicio y nada más. Es apenas el comienzo del torneo y esperemos seguir igual partido a partido”.

Sobre todo con ese desarrollado olfato goleador. Alejandro Castro fue el primero en presumirlo, gracias a aquel cabezazo que dejó desarmado a Juan de Dios Ibarra (8’). Peculiar festejo, con esa pequeñita que viene en camino como principal destinataria.

“Fue un partido redondo”, diagnosticó el ex futbolista del Cruz Azul. “Es muy importante empezar ganando, porque te llena de confianza y obliga a mantener ese nivel o hasta elevarlo”.

Además de dejar satisfecho a su entrenador, quien supo que el encuentro estaba ganado, sin importar que le faltara más de una hora.

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