El anuncio de Miguel Herrera, el jueves pasado, fue irónico, pero también con resignación: “Oribe va seguir como el cobrador oficial de penaltis. Ya fallamos todos...”.

La declaración del Piojo es la aceptación de una realidad en el América: los tiros penales son sinónimo de sufrimiento emplumado. Así ha sido desde hace poco más de un año.

A partir de la semifinal de Copa MX que perdió frente al Guadalajara, el 26 de octubre de 2016, las Águilas han ejecutado 31 cobros desde los 11 pasos y erró 16, más del 50 por ciento. Quien más oportunidades desperdició en esa racha fue Silvio Romero con tres.

Varias de esas penas máximas erradas significaron eliminaciones y pérdida de títulos para la institución de Coapa.

Por ejemplo, el Cepillo Peralta puso en el travesaño un penalti que pudo ser la coronación amarilla en la final con Tigres del Apertura 2016. Esa serie se definió desde el manchón y el Ame falló los tres disparos que ejecutó.

Mismo escenario en la semifinal del actual torneo de Copa ante Rayados, aunque Herrera le achacó los yerros al estado del campo.

Apenas en el último Clásico Joven de cuartos de final, Jesús Corona de Cruz Azul le detuvo un penalti a Peralta. La falla representó que los americanistas se quedaran sin la oportunidad de hacer un tanto de visitante.

Es decir, que si La Máquina marca mañana en el Estadio Azteca, los amarillos se verán obligados a ganar el partido para avanzar a las semifinales del torneo.

“Cuando tengo errores o algún fallo, trato de ser el primero en levantarme y dejar eso de lado, quedó así, mis compañeros me dieron un gran apoyo al final del partido y no queda más que seguir, eso no lo puedo solucionar, lo que sí puedo hacer es lo que viene el domingo”, reconoció el Cepillo.

Dados los datos, al América le conviene que le obliguen a hacer goles sin tener que recurrir al penalti, su tormento.

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