LEÓN.— Eran los tiempos de La Tota Antonio Carbajal, indiscutible portero de la Selección Mexicana durante cinco Copas del Mundo. Memorias intactas de una leyenda que, al aterrizarlas al futbol actual, descubren la nostalgia de aquellos años perdidos y chocan con la soberbia del presente.

“Desde luego nunca tiempos pasados fueron mejores. Cada cosa en su momento. En mi época no había, comenzando, ni guantes de portero. Era a mano pelona, eran otros balones, que en verdad eran de cuero y cuando llovía debía tener uno manos muy fuertes para quedarse con él”, comparte sonriente, al tiempo que se extravía en una de las tantas imágenes que inundan la oficina donde despacha en la “Vidriería Carbajal”.

“No había entrenador de porteros. A veces el mismo entrenador era hasta el profesor de educación y de acondicionamiento físico. Había gente, como directivos, que exponían su patrimonio, lo hacían por cariño y agradecimiento a una ciudad. Ahora no. Ahora la que manda es esta empresa”, compara.

“No había anuncios. Ahora los traen por todos lados. Obviamente para que vaya mejorando el futbol. Claro, no puedo comparar el futbol de antes con el de ahora. ¿En qué sentido? En el futbolístico, los resultados por ahí van, por ahí van”, dice este inmortal de nuestro futbol.

“Todavía me acuerdo en 1966, que me retiré. En 1962, en Chile, le ganamos a Checoslovaquia, que fue subcampeón Mundial. Íbamos perdiendo 1-0, creo que ya me quitaron el récord, era a los 35 o 40 segundos, cuando me metieron un gol. Pero nosotros ganamos 3-1 y Checoslovaquia jugó la final contra Brasil. Aún con carencias, porque no había hoteles cinco estrellas, ni vuelos charter”, agrega.

“La primera vez que jugamos en Brasil, en 1950, no llevábamos más que un uniforme”, recuerda risueño. “Jugamos contra Suiza, era rojo con blanco, México era guinda con azul. Fuimos tan caballerosos que permitimos que Suiza jugara con su uniforme y nosotros utilizamos, si mal no recuerdo, el de Porto Alegre. Esas eran las carencias que había. Pero había una entrega, quizá no teníamos la capacidad que hay en la actualidad y lo pongo un poquito en duda”, afirma convencido.

“Quizá en técnica estaríamos igual, pero entonces no se trabajaba como ahora, no había premios. Te daban 50 pesos por partido ganado y en boletos de futbol. Pero no importaba. Esa camada, de la que me siento orgulloso de haber jugado con tantos elementos de diferentes camadas, lo hacíamos porque te gustaba y te sentías orgulloso de vestir la camiseta, aunque eran dolorosas las derrotas. Pero nos inculcaban ese amor y entrega, esa lucha. Esa determinación”, cultiva.

“Teníamos a un entrenadorazo, Nacho Trelles, a [Antonio] López Herranz, caramba, que nos orientaron, nos ayudaron a hacer lo poco o nada en el medio futbolístico. Terminaba un campeonato, ahí nos vemos y se acabó todo. Jajaja. No me arrepiento, no me arrepiento. Sí me arrepiento del futbol como se maneja”, lamenta y cita un ejemplo: “Ahora un grupo de jugadores se juntó y corrieron a Néstor de la Torre, ¿quién le dio difusión a eso? ¿Cómo carajo vamos a salir adelante tapando esas situaciones? Si dices la verdad, estás amargado. Así se manejan las cosas en México”.

Hoy se ha vuelto un estudioso de nuestra idiosincrasia. “Me gusta leer y este libro habla del mexicano. Dice: 'No admite superioridad ninguna, no conoce el respeto ni la disciplina, es ingenioso para desvalorar al prójimo hasta el aniquilamiento, practica la maledicencia con una crueldad de antropófago. Cada individuo vive encerrado dentro de sí mismo como una ostra en su concha en actitud irrespetuosa hacia los demás, para que nadie se acerque. Es independiente a los intereses de la colectividad y sus acciones siempre se enteran, debido a esto...'”, lee y cita el texto de Samuel Ramos. “El perfil del hombre y la cultura en México”, el cual recomienda Carbajal, El Cinco Copas, a quien aún no ha nacido alguno que le gane en orgullo y garra.

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