MONTERREY.— Lastimó su garganta con el gemido de la resignación, síntoma inequívoco de la agonía.

Édgar Hernández no lo podía creer. Llegó a aquel balón disparado por el ecuatoriano Marlon de Jesús, pero el destino se entercó en jugarle una mala pasada.

La caprichosa pelota besó la red lateral del marco queretano (62’). Unos cuantos centímetros privaron al arquero del éxtasis. La voltereta del Monterrey estaba consumada. Édgar sabía que todo había terminado.

Los Gallos Blancos no pudieron resistir el vendaval en el que mutaron los Rayados durante el segundo tiempo. El dominio de la mitad inicial apenas alcanzó para un gol de ventaja, muy poco cuando se tiene frente a sí a un genuino peso completo, más allá de la ausencia de Humberto Suazo.

El Querétaro mareó a los norteños, los lastimó, pero fue incapaz de noquearlos. Amaury Escoto continúa sin ser ese depredador que tanto necesita el equipo dirigido por Ignacio Ambriz desde la inesperada partida del chileno Esteban Paredes.

William da Silva alimentó la ilusión con aquel zurdazo que dejó impávido a Jonathan Orozco (32’). Primer disparo a gol de los visitantes. Inmejorable puntería.

La soledad de Othoniel Arce en el ataque regiomontano facilitó la labor de Yasser Corona y Miguel Ángel Martínez, quienes tuvieron un plácido juego... Hasta que José Guadalupe Cruz sustituyó a Ricardo Osorio con De Jesús. Fue entonces que inició el temporal que terminó con la victoria de los Rayados (3-1).

Doloroso revés para un equipo que pisó la cancha del estadio Tecnológico con la etiqueta de líder.

La racha de imbatibilidad de Hernández culminó en 227 minutos. Víctor Ramos la dinamitó con el certero remate de cabeza que le fue más fácil realizar debido a que su marcador era Diego de la Torre.

El defensa central brasileño, quien hizo su presentación en el futbol mexicano, le saca 14 centímetros de estatura al fino volante de los Gallos Blancos. En cuanto al peso, la ventaja es de nueve kilogramos. Demasiado en la táctica fija. Mazazo que despertó al local y cimbró a un equipo que por primera vez en el Clausura 2014 sacó el balón de su portería.

Pero todo terminó con el riflazo de De Jesús al que Hernández llegó, mas no era su velada. Estaba escrito.

Escoto tuvo el empate y falló. El resto, monólogo regiomontano y dolor queretano. Édgar lo intuía, por eso lastimó su garganta.

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