En un rincón de la colonia Roma Sur, decenas de brasileños se reunieron para ver el empate de su selección ante el equipo mexicano.

Aunque “fue un buen partido”, aseguraron, se quedaron con las ganas de festejar al menos un gol.

Poco antes de las 14:00 horas, llegaron alrededor de 20 brasileños al Brasa Rodizio de Pizzas, localizado en el 148 de Coahuila.

Un lugar decorado con globos y adornos de color amarillo con verde, cortesía del dueño originario de Brasil.

Como en una cancha de futbol, el Brasa Rodizio de Pizzas se dividió: de un lado los brasileños y del otro los mexicanos.

Al silbatazo inicial, los brasileños hicieron sonar una trompeta, varios aplaudieron y unos cuantos silbaron. Durante los 90 minutos, la mayoría estuvo de pie frente al televisor, gritaron de todo a los jugadores y al árbitro, en un idioma que sólo ellos comprendían.

En el bar, de pronto se hicieron notar los mexicanos, que aunque eran superior en número, las voces brasileñas los opacaban. ¡Ochoa!, ¡Ochoa!, ¡Ochoa!, gritaron al ver que el arquero del Tri impidió la ventaja de los brasileños, en por lo menos cuatro ocasiones.

Las jugadas en las pantallas animaban a uno y otro lado. Los gritos de “¡México!, ¡México!” pronto fueron secundados con un “¡Brasil!, ¡Brasil!” rotundo que buscaba callar a los mexicanos.

Tal como en la cancha, los roces entre mexicanos y brasileños no prosperaron, cada aficionado defendía sus colores y la camiseta que portaba, guardando respeto por el otro que se encontraba cerca.

En algunas jugadas, Andrea, un aficionado envuelto en la bandera brasileña, se arrodilló para implorar que los mexicanos fallaran los intentos de gol a balón parado y rogar para que sus paisanos consiguieran el tan anhelado gol.

“Parece que éste es el mejor partido del Mundial y creo que lo vamos a ganar con una amplia diferencia de goles, porque estamos jugando mejor”, comentó Andrea al medio tiempo.

Pero al reanudarse el encuentro se dio cuenta de su error, pues ambas escuadras consiguieron un empate sin goles, pese a que en el trámite del duelo se veían varias ocasiones para que los porteros fueran vencidos definitivamente.

La emoción en el bar ubicado en al colonia Roma se percibió por todos lados. La fe de los aficionados de ambos equipos se reflejaba en sus ojos esperanzados de ver entrar el balón en la portería. Situación que hasta el final, no sucedió.

Para el final del encuentro, llegó el típico: “Ay, ay, ay, ay canta y no llores, porque cantando se alegran cielito lindo los corazones”, canto mexicano que consoló a todos, ya que ninguna escuadra consiguió un solo gol en los 90 minutos.

A pesar del empate a cero, a Michel le agradó ver el partido en un bar mexicano, aunque de origen brasileño, “está padrísimo venir a un lugar que es un pedacito de nuestro país y hablan nuestro idioma, aunque no ganamos, fue un buen resultado, porque Brasil no ha jugado bien en el torneo”.

Andrea y Michel llevan siete y seis años viviendo en México, respectivamente, comentaron que se quedaron en México, porque se enamoraron de dos mexicanos. Aunque aquí encontraron el amor, ambos le son fieles a su nación.

“Este lugar conserva una parte de Brasil, vienen brasileños de todos lados y también mexicanos”, mencionó Daniel Rizzotto, dueño del lugar.

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