BERLÍN.— La lluvia torrencial iba oscureciendo su impecable traje gris, pero Josep Guardiola aguantó 120 minutos fuera del banco agitando los brazos y gritando a sus jugadores a pie de cancha. El técnico del Bayern Munich sabía que se jugaba todo en el último partido de la temporada. Y su apuesta terminó en victoria.

El 2-0 ante el archirrival Borussia Dortmund en la final de la Copa alemana disputada ayer en el estadio Olímpico de Berlín permitió cerrar el agitado primer año de la era Guardiola en el Bayern con un balance razonablemente positivo y cuatro títulos de seis posibles, incluyendo la Liga, la Supercopa Europea y el Mundial de Clubes.

“Lo normal es que cuando ganas una Liga, la temporada sea buena. A veces jugamos bien, a veces mal. Estoy muy orgulloso de este equipo”, había anunciado el técnico español antes de la final, intentando que el trabajo de un año no se juzgara por un partido.

Pero los analistas coincidían en que Guardiola se jugaba ayer más que un título. Una derrota en Copa, uno de los tres títulos conquistados el año pasado por Jupp Heynckes, amenazaba con convertir “la primera temporada de Guardiola en Munich en una pompa de jabón que explotó”, advirtió el influyente diario Süddeutsche Zeitung.

Guardiola vivió el partido con esa presión. Entonó el himno alemán antes del pitido inicial, discutió con el cuarto árbitro, terminó quitándose el saco del traje empapado y cuando todo el equipo celebraba el primer gol de Arjen Robben entró en la cancha enfervorizado... pero para dar indicaciones a los jugadores.

El técnico sólo se relajó con el 2-0 de Thomas Müller en el minuto 123 y tras el pitido final fue fundiéndose en abrazos con todo el plantel y su cuerpo técnico.

Google News