MADRID.— El más que aparente final de ciclo de José Mourinho en el banquillo del Real Madrid culminó con una derrota en la final de la Copa del Rey que cerró una campaña errática en la que el conjunto blanco perdió la Liga, se quedó en la orilla del éxito en Europa y mostró un evidente divorcio entre el entrenador portugués y una parte del vestuario.

Mourinho fue contratado por el Real Madrid para ganar la Champions y no lo hizo. Y, si se materializa el camino que parece llevar el portugués a dejar al club al finalizar el actual ciclo, su paso por la entidad blanca estará más cargado de polémicas que de títulos.

Dejará en las vitrinas una Copa del Rey, una Supercopa y una Liga, su trofeo más valioso porque se lo arrebató al mejor Barcelona de todos los tiempos. Y en tres ocasiones, condujo al equipo hasta las semifinales de la Liga de Campeones, un hecho inédito para el cuadro blanco en casi toda la primera década del siglo veintiuno.

El lusitano evidenció un aparente desgano en el banquillo. Sólo salió una sola vez para protestar al árbitro y fue expulsado. Fue su bagaje en toda la final. Antes, en el anterior encuentro que dirigió a su equipo en el Bernabéu, una gran parte del público le silbó cuando sonó su nombre por el sonido local. Contra el Atlético ni asomó la cabeza, sólo para marcharse hacia el túnel de vestuarios.

A su lado, Diego Pablo Simeone no dejaba de dar órdenes, de hacer gestos, de moverse nervioso de un lado a otro. Era el contraste de un entrenador que quería salir al campo a jugar con otro que mostró una sensación de abandono visible.

Y mientras el Atlético de Madrid se dedicó a remontar el gol de Cristiano Ronaldo, quien acabó desquiciado y expulsado. Diego Costa y Joao Miranda marcaron para dejar al Madrid huérfano de trofeos este año.

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