ACAPULCO.— Encantadora a sus 70 años. De energía inagotable y sonrisa indeleble. Vera Caslavska, gimnasta checa que brilló en los Juegos Olímpicos de México 1968, confiesa que aún sostiene un gran romance con nuestro país.

“He vivido muchos de los mejores momentos de mi vida con los mexicanos y siempre los llevo en el corazón”, confiesa Vera, quien fue invitada especial al Abierto Mexicano de Gimnasia que culminó el sábado pasado.

“Fue un 26 de octubre de 1968. Mariachis, cámaras y el zócalo capitalino con más de 100 mil personas como testigos. Recuerdo que decidí casarme en la Catedral mexicana con Josef Odlozil, corredor de medio fondo, en cumplimiento a una promesa que hicimos en Tokio 1964. Jamás imaginé que millones de personas pudieran ver mi boda en vivo o por televisión”, dice Vera quien, desde entonces, fue conocida como la Novia de México.

Con los ojos llorosos, la checa confiesa que ese, fue uno de los mejores días de su vida. Llegó a nuestro país con pocas expectativas y regresó a República Checa colmada de felicidad.

La vida de Caslavska después de su triunfo en México no fue sencilla. Días después de regresar a su país, le fue prohibido seguir practicando la gimnasia por problemas políticos. A escondidas, Vera logró sobrevivir dando clases junto con su esposo.

Fue entonces, en los momentos más complicados de su vida cuando México le abrió las puertas. Invitada por el entonces presidente José López Portillo regresó a tierra azteca para convertirse en entrenadora y conducir el programa “Hagamos gimnasia con Vera”.

“Cómo no querer a ésta nación. Su gente es linda, hospitalaria y siempre tiene muchas ganas de ayudar”.

La tempestad pasó en su país y el nuevo presidente Václav Hável la nombró su Asesora en Deportes y Asuntos Sociales. Poco después asumió la presidencia del Comité Olímpico checo.

Fue entronizada al Salón de la Fama Internacional para atletas en 1991, y al de gimnasia mundial, en 1998.

No todo fue color de rosa. El heroico corazón de Vera sobrevivió la muerte de su hermana y su ex esposo.

Más de cuatro décadas después de aquel mágico año, Vera sigue profesando su amor por México.

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