Sólo Christian Giménez tuvo el valor de acercarse a Rogelio Chávez, justo cuando el corazón del zaguero celeste se hacía añicos. Devastado, el lateral derecho de La Máquina volvía a su posición, pero El Chaco le tomó del cabello para exigirle que mirara la pizarra electrónica del estadio Azul. Sus yerros no fueron costosos.

Pese a desperdiciar dos penaltis, el Cruz Azul venció al Chorrillo de Panamá (3-0), para mantenerse con vida dentro de la Liga de Campeones de la Concacaf.

Oscura noche para Chávez, quien no halló consuelo ni en el recuerdo de aquel servicio que otorgó paz a un equipo adicto al masoquismo.

Triunfo manchado por las inverosímiles fallas del supuesto mejor ejecutor cementero, mas rubricado con el despertar de los hombres encargados de dinamitar las áreas contrarias para los de La Noria.

Ni se acercó al balón cuando se marcó el tercer penalti de la velada. Marco Fabián le obsequió una clínica de cómo ejecutarlos (95’).

La igualada habría bastado a los centroamericanos para apretar mucho más la soga que rodea los cuellos de Luis Fernando Tena y sus jugadores. La ilusión duró menos de un cuarto de hora. Julio Medina, entrenador del Chorillo, se llevó las manos a la cara cuando Mauro Formica aprovechó el balón rechazado por el meta Junior Torres (14’).

Todo había terminado y más cuando llegó la tranquilidad otorgada por Ismael Valadez con el 2-0 (al 33’).

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