La comunidad alemana en México ya se preparaba para ver los penaltis entre su selección y la de Argentina. El encargado de negocios de Alemania en nuestro país, Werner Schaich, reconocía que se enfrentaba a “un equipo con estrategia”, pero confiaba en que se anotara el gol del triunfo. Y cayó. Al minuto 113, Mario Götze se convirtió en el héroe y provocó el alarido y los interminables festejos.

En la embajada de Alemania en México, ubicada en Polanco, alrededor de 400 alemanes con sus familias, entre ellos mexicanos, celebraron con gritos y aplausos la hazaña de Götze.

Cerveza negra, de sabor fuerte y amargo, corría de mano en mano entre quienes se dieron cita para la celebración. Nunca dejaron de confiar en su equipo.

En el primer tiempo, cuando el delantero argentino Lionel Messi, La Pulga, tocaba el balón cerca de la portería de los alemanes, dos culturas se fusionaban al grito de “eehh putos”... y sonaba “Deutschland, Deutschland...”

En México habitan alrededor de 18 mil alemanes, principalmente dedicados a la actividad de negocios vinculada con el sector automotriz.

La comunidad congregada en su sede diplomática sufrió ya en el tiempo extra, cuando vio sangre en el rostro del mediocampista Bastian Schweinsteiger... “Pinches argentinos”, se escuchó de alguien que “mastica” el español. El número 7 se reincorporó al partido y sus aficionados lo alabaron con aplausos.

Desde que cayó el gol de Götze, los aficionados de esta selección comenzaron a celebrar el tetracampeonato y abrazados con banderas en mano ordenaban al árbitro —como si los escuchara— “pita cabrón”.

Cuando La Pulga Messi tuvo una última oportunidad y mandó su tiro libre al cielo, la comunidad alemana saboreó el primer lugar del Mundial Brasil 2014.

En la sede diplomática comenzó a sonar la canción We are the Champions, del grupo inglés Queen. Una copia de unicel de la Copa FIFA comenzó a pasar de mano en mano entre los alemanes. Desde el inicio del partido confiaban en el poderío de su selección. Y a pesar de que no dieron una goliza a Argentina, se abrazaron únicamente para esperar el silbatazo del árbitro italiano.

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