Se espera que el seleccionado argentino vuelva a Buenos Aires este lunes. La presidenta Cristina Fernández no estaría en la ciudad para recibirlos a menos de que cambie sus planes de iniciar la semana en la provincia patagónica de Santa Cruz, donde nació su carrera política.

“Mañana [hoy] volvemos a la realidad. Por lo menos no van a decir que es otra cosa de la década ganada”, dijo Esteban Gallardo, de 50 años, en una esquina del centro de Buenos Aires donde pocos quedaron en las calles tras la derrota.

El Gobierno peronista había comprado los derechos para pasar todos los partidos del Mundial gratuitamente por el canal de televisión estatal y aprovechaba el entretiempo de los encuentros para pasar un aluvión de spots publicitarios sobre sus políticas tras más de una década en el poder.

“Los jugadores demostraron lo que tenemos [los argentinos], la garra para siempre sobreponernos [...] Somos un pueblo golpeado, pero siempre resurgimos”, dijo Carlos Bagot, un desempleado de 39 años.

A pesar de sus estrellas, la selección albiceleste prácticamente no ha logrado triunfos de envergadura desde su victoria en tierras aztecas.

Ahora, el país sufre una de las tasas de inflación más altas del mundo que este año podría superar el 40 por ciento, está cerca de caer en una segunda fuerte deuda en 12 años, y la debilidad de su economía está elevando el desempleo y la pobreza.

En ese contexto, y aunque no hubo triunfo en la final, varios miles de personas se agolparon en el centro de la capital argentina para festejar el subcampeonato en el Mundial de Brasil.

Al grito de “¡Argentina, Argentina!”, los fanáticos defendían el desempeño de su selección, que fue mejorando el nivel de juego en cada partido que disputó, y se mostraban indulgentes con la estrella Lionel Messi, que no lució como en el Barcelona.

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