Querétaro .— Viene la Selección Mexicana, la original. Aquí no hay que sea la dos o la tres, sólo hay un Tri, el que dirige Miguel Piojo Herrera, y esa es la que se presenta en La Corregidora.

Aunque habría que mencionar que el estadio no se llenó, “porque no vienen los titulares, los que juegan en Europa”, se queja la gente, que también se enoja por el precio de los boletos, demasiado caros para un trabajador promedio, que si quiere llevar a su hijo al juego, gastará más de mil pesos…. ¿Y qué pasa con el resto de la quincena? La decisión es complicada, y más aún cuando el plantel que presenta el Tri, no resulta del total agrado de la afición queretana.

Pero en las afueras del estadio, sobre el que dicen pesa una añeja maldición, porque el conjunto que llega pierde la división, porque se pierde la franquicia o porque no le pagan a los jugadores, todo es pirata. Y el comercio se realiza sin contratiempos.

Camisetas de la Selección: piratas; camisetas de Panamá: piratas; camisetas de los Gallos Blancos: piratas; camisetas del América, Cruz Azul, Chivas, Milán, Real Madrid, Chelsea, Monterrey, Veracruz y Pumas... Todas, absolutamente todas, piratas.

Ahora bien, en cuanto a éxito comercial, la que más se vende no es la del Chicharito Javier Hernández, y tampoco la de Javier Aquino, ni la de Ronaldinho Gaúcho. Hoy manda Paco Memo Ochoa, con el 13 en la espalda.

—¿Cuánto vale la playera de Ronaldinho? Con el 49 en la espalda, se le pregunta al ambulante.

“Cien pesos jefe. Es con la que debutó, pero podemos hacerle una rebaja”, intenta convencer.

—¿Y la de Memo?

“Esa 120”.

—¿Y no hay rebaje?

“No, de esa no, porque se está vendiendo como pan caliente”.

Y se venden bien, no cabe la menor duda. El niño pide la de Paco Memo y el papá que no se resiste al ruego; tiene que desembolsar 120 pesos. Todo por el portero que no jugará aquí.

Ahora bien, si quiere adquirir la original, sólo tiene que caminar unos pasos e ingresar a la plazoleta del estadio, donde está ubicada la tienda de la marca patrocionadore del Tri.

—¿Cuánto vale la verde?

“800”.

—¿Es lo mínimo?

“Aquí no se puede regatear”

Pero afuera sí. Allá hay gorras pirata, chamarras pirata, balones pirata. Bueno, está a la venta hasta un Piojo pirata.

Los dobles de Miguel Herrera hacen el gran negocio del día. Uno, el más popular, ya hasta firmó contrato con una televisora estadounidense para hacer apariciones. Ese ya tiene asegurado un sueldo, por lo que se deja fotografiar por todo aquel que se lo pide. Le metió dinero a la producción: la corbata es verde y se tiñó el cabello de rubio, un “Rubio Herrera”, dice, convencido de que recrea muy bien al personaje.

Hay otro “Piojo” que se pasea por las inmediaciones del estadio. El saco se ve gastado, la camiseta sucia y ni siquiera invirtió en el tinte. Lo único que tiene como distintivo es un escudo viejo, mal cosido con la bandera mexicana.

No se deja fotografiar si no le das mínimo 20 pesos. Pero hay quien se los paga. Finalmente, de lo que se trata es de disfrutar de la fiesta que representa la presencia de la Selección.

Lo que sí no es pirata son las garnachas: quesadillas, pambazos, sopes, flautas que se venden como pan caliente. Los puestos se instalaron desde temprano, algunos tuvieron que dar su respectiva “mordida” a los policías para que se hicieran de la vista gorda y les permitieran vender sus productos.

Todo se puede comprar en un estadio de futbol, todo se puede sustituir, todo puede ser pirata, menos el ambiente y tampoco que la gente sacrifique vivir de préstamos durante la semana por ver un partido de futbol del Tri ante Panamá.

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