SAO PAULO.— Brasil abandonó su historia. Los cánones que le indican ejercer el Jogo Bonito los mandó al archivo muerto y se aferró a que el árbitro le diera una “manita” para ganarle a Croacia (3-1).

Una posible catástrofe de la Verdeamarelha la impidió el silbante japonés, Yuichi Nishimura. Una inexistente falta dentro del área de Dejan Lovren sobre el delantero Fred la marcó como penalti.

El técnico europeo, Niko Kovac, volteó resignado al cuarto silbante. Toda una pandilla de camisetas rojiblancas buscaron devorarse al nazareno. Protestas estériles, el regalo estaba consumado; la credibilidad de un Mundial limpio de toda mácula, cuarteada.

Neymar, entonces, aprovechó la pifia para completar su doblete desde los 11 pasos (71’) y romper el empate a un tanto. Stipe Pletikosa estuvo a punto de aplicar la justicia divina, pero su manotazo fue insuficiente para desviar el esférico.

Las gradas estaban enloquecidas, Neymar se arrodillaba y señalaba hacia el cielo ante su pueblo, que le regalaba vítores y agradecía que les diera una victoria inicial.

Luiz Felipe Scolari, rabioso por el pobre lucimiento de sus seleccionados, agitó los puños. Se deshizo de la frustración de los primeros 70 minutos del juego. El técnico brasileño respiró tranquilo.

El duelo cambió. Dejó de ser apretado, intenso, por momentos cortados y dentro de los parámetros que Croacia había impuesto: posesión brasileña, sin mayores sensaciones de peligro. El empate parcial en la Arena Corinthians hacía sentir lo peor a la afición local.

Desde muy temprano, los sustos comenzaron para Brasil. Apenas al minuto 11, un autogol de Marcelo había puesto a prueba la moral de la Canarinha. No se sabía si la presión de ganar sí o sí su Mundial acabaría por devorar al máximo obligado a lograr el hexacampeonato.

Fueron minutos de incertidumbre. El golpe temprano de los croatas había sido doloroso y enfrió a la ferviente torcida brasileña.

Ante el escenario oscuro, Neymar hizo de general. El astro del Barcelona se echó el equipo al hombro, pese a que sus compañeros lucían como 10 mortales que pertenecían a otra selección distinta a la más ganadora de la historia. A la del Jogo Bonito.

El genio de 22 años se inventó un gol, con un zapatazo que salió mordido, pero con la dirección necesaria para irse con lentitud hacia el poste del portero Pletikosa. Nada qué hacer, era el empate (27’).

Con la igualada, Brasil no encontró claridad. En el segundo tiempo volvió a ser un equipo gris, sin mayor chispa de talento. Se le notó a la Verdemarelha que los tiempos de Ronaldo, Romario, Rivaldo, Tostao Garrincha y compañía están extintos en su actual plantel.

Sólo fue hasta el empujón arbitral que pudo vencer a Croacia. El segundo gol de Neymar y el broche marcado por Oscar, al 90’, con un punterazo y colaboración de Pletikosa, dieron a Brasil tres puntos de oro, en su búsqueda a caminar tranquilo hacia la segunda ronda.

Mas también dejó dudas acerca de si la Verdemarelha puede ganar su Mundial con goles, Jogo Bonito, sin las “manitas” de los silbantes que ensuciaron su debut.

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