Monterrey.— La mitad más uno.

Todo Monterrey fue amarillo y azul; azul y amarillo. Todo Monterrey rugió a la orden de los mandones de la ciudad.

Porque nadie lo duda: en La Sultana del Norte mandan los Tigres, y más después de la forma en que ganaron el campeonato, simplemente en el estadio del acérrimo. En la casa de los Rayados.

Y para que a nadie se le olvide, para que a todos les quede claro, si es que hiciera falta, los felinos festejaron su sexto título, con un desfile que recorrió las principales calles de Monterrey, desde su casa el Universitario, hasta La Macroplaza.

Todo empezó temprano, a pesar de que los jugadores llegaron tarde. El autobús descubierto salió de su estadio con André-Pierre Gignac a la cabeza, con la copa por delante, brillando más que nunca y eliminando las calles regias.

“A ¿qué nos dedicamos? A la U, U, U”, gritan los fanáticos de los felinos, quienes tomaron aire para aguantar corriendo o caminando los 6.6 kilómetros que hay de distancia entre los dos puntos neurálgicos. Ahí iban, junto con elementos de seguridad, al lado del autobús en el cual Gignac. Eduardo Vargas, Nahuel Guzmán, disfrazado de Tigre, Jurgen Damm, Juninho, Francisco Meza y compañía regalaban pañuelos, camisetas, repartían saludos y alegrías a los miles de aficionados que no fueron a la escuela, que faltaron a la oficina, de la obra, o simplemente se desatendieron de sus asuntos.

Ya en La Macroplaza, el portero, primero portando el traje de Tigre y después poniéndose una peluca amarilla, inició su espectáculo cantando el Rey, para después uno a uno ir presentando a sus compañeros, haciendo bailar a Gignac, sacándole algunas lágrimas a Damián Álvarez y hasta haciendo hablar a Ricardo Ferretti.

“Gente, de aquí no nos vamos hasta las tres de la mañana”, gritaba el argentino, que le entregaba su cariño a Damián. “El Enano es un hombre muy importante para nosotros”, reveló.

La Macroplaza tuvo que ser desalojada poco a poco, las casi 40 mil personas, fanáticas de Tigres, se fueron con la bandera, el póster, con la bufanda en la mano y llenos de felicidad, porque nadie tiene duda de que mandan en Monterrey. Son los reyes del norte.

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