A manera de purga, los americanistas se curan con inusual mudez. Tan grave está la cosa que ayer ni siquiera quiso hablar el director técnico azulcrema, Miguel Herrera. Sí, aunque usted no lo crea, el popular y dicharachero Piojo, el mismo que habla a diario en los distintos espacios mediáticos, aquel que satanizó a los espejitos holandeses de las Chivas, dejó a propios y extraños boquiabiertos. Silencio total.

Había prometido abrirse a la prensa ayer, en las instalaciones de Coapa. Pero Miguel no quiso bajar la ventanilla. A bordo de su vehículo, agitó varias veces la mano diestra en señal de rechazo, apenas para decepcionar a la muralla de reporteros que lo aguardaba en la puerta 2 de los campos de entrenamiento.

“Mañana [hoy] hablo, hoy no, no puedo”, dijo antes de pisar el acelerador. Ricardo Peláez, el presidente deportivo, le pidió callar, como para guardar el luto que representó perder el Clásico de Clásico contra las Chivas Rayadas, el sábado pasado en la cancha del Estadio Azteca.

La misma medicina recibieron los jugadores. Uno a uno se negaron a charlar con los comunicadores. El descalabro caló hondo y aún a casi una semana continúa el dolor agudo en las entrañas del americanismo.

Cuentan los camarógrafos encargados de seguir los festejos del dueño, Emilio Azcárraga Jean, que en cuanto cayó el tercer gol del Guadalajara, el propietario de los amarillos se levantó intempestivamente y, junto a él, todo su séquito.

Todavía el miércoles hubo un fuerte llamado de atención a algunos de los extranjeros, como Rosinei, Daniel Montenegro y Rubens Sambueza. Las declaraciones del joven portero Hugo González, quien aceptó que les faltó producto de gallina, descompusieron aún más el ya de por sí trastocado vestidor capitalino.

El repentino ajuste de Miguel Herrera, de rehabilitar a Rosinei en lugar de Jesús Molina, también causó estragos en el interior del fortín azulcrema, ayer en calidad de búnker.

La misión de los aficionados por conseguir autógrafos se complicó. Apenas algunos jóvenes como Raúl Jiménez, El Puma Pimentel o el enchufado Negro Medina, fueron de los pocos en detener la marcha para repartir firmas. Los demás ni siquiera bajaron los polarizados cristales de sus lujosos automóviles.

Y ya que de lujos hablamos, sorpresivamente arribó a Coapa un Fiat 500 Sport color crema, con los escudos y adornos del equipo, valuado en 280 mil pesos, que una agencia les llevó para lucirlo con miras al 96 aniversario que hoy cumplen. Tampoco se le permitió el acceso.

Si a esas vamos, un reportero con dotes de intelectual, tras la entrega de varios libros de futbol en su currículum, acudió al Nido esperanzado en que El Piojo Miguel Herrera leyera algún párrafo de la novela Maten al león del escritor guanajuatense Jorge Ibargüengoitia, a manera de fábula ante la proximidad del choque contra el León, el próximo 20 de octubre en el Coloso de Santa Úrsula, rival contra el que los amarillos tienen la consigna de resurgir, cual ave fénix...

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