Hoy se cumplen cuatro años de la llegada de Ricardo Peláez al Nido de Coapa. Antes de su gestión como presidente deportivo, el América estaba más cercano al hazmerreír que a ser un equipo que presumiera grandeza.

El ex comentarista de Televisa recibió al equipo como penúltimo de la tabla, tras el Apertura 2011 y lo llevó en un cuatrienio a ser el más ganador de México. Superó en cetros ligueros al Guadalajara (12) e igualó a Cruz Azul con más coronas en la Liga de Campeones de la Concacaf, con seis.

Dos títulos de Liga, un subcampeonato, más un cetro de ‘Concachampions’ representan la frialdad del éxito de Peláez desde que tomó las riendas en el Clausura 2012. En fase regular tiene 60% de efectividad, luego de haber obtenido 244 de 405 unidades posibles.

Peláez ha contratado a Miguel Herrera, Antonio Mohamed, Gustavo Matosas e Ignacio Ambriz. Tres de ellos han sido campeones y Nacho tendrá la oportunidad de serlo en la Liguilla del Apertura 2015. Ha tenido buen ojo para la elección de los estrategas.

Desde que Peláez es dirigente azulcrema, las Águilas no han faltado a una sola fase final. No ha importado el nombre del entrenador en turno, los resultados positivos han predominado en la gestión.

“Para mí, la fórmula es buenos jugadores y buen ambiente de trabajo. Esto es competencia y es lo que te lleva al éxito. Lo he encontrado en los técnicos que han pasado por aquí, quiero gente comprometida e ilusionada”, explica.

“Mi objetivo es que le tengo que entregar cuentas al consejo y al dueño [Emilio Azcárraga]. Será responsabilidad mía dar trofeos, si no el próximo que se va soy yo. Sé el peso de esta silla y creo que hemos respondido”, acepta.

Pese a que el América ha tenido una bonanza en cuanto a títulos, también ha tenido conflictos. “Les dejo el trofeo de campeón, pero me llevo mi dignidad”, reclamó el ‘ Turco’ Mohamed, tras conquistar el Apertura 2014. El timonel argentino denunció que Peláez había negociado con Gustavo Matosas para que el uruguayo se sentara en el banquillo crema. Con el propio Matosas tuvo desencuentros. El charrúa pidió refuerzos que el dirigente no quiso satisfacer y se rompió la relación laboral.

Muestras que en el América, el éxito nunca podrá ser terso.

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