BUENOS AIRES.— “¡Veo, veo! ¿Qué ves? ¡Una cosa!, ¿Qué es? Que vamos a salir campeones otra vez, como en el 86”. Ese canto, envuelto en un grito de euforia colectiva, comenzó a invadir las calles de todo el país, después que Maxi Rodríguez convirtió el cuarto penalti, a favor de Argentina, que le dio el paso a la final, 24 años después.

El Obelisco porteño y la Plaza San Martín, donde el gobierno de la ciudad montó una pantalla gigante que convocó a 50 mil personas.

En litoral de Corrientes y en la norteña, Santiago del Estero, o en la Patagonia. Millones de argentinos dejaron de lado, los problemas y la crisis económica. No les importó que Messi, no aparezca en el Mundial, ni que el desempeño colectivo del equipo esté lejos del deseado.

Lo que importaba era llegar a la final y buscar la venganza de aquella final de Italia 90, en la que Alemania se impuso por marcador de 1-0.

Como en 1978 y como en el 86, la algarabía lo cubrió todo ayer, con la esperanza de un nuevo campeonato mundial.

“No lo puedo creer. Nunca creí que iba a vivir esto. Mis padres me contaron lo del 78 y lo de la final que le ganamos a Alemania en México, pero siempre soñaba con vivir algo igual. Esto se parece a un sueño realizado”, narraba afónico Gonzalo Baudino, de 26 años, afónico y envuelto en lágrimas de emoción en la esquina de Carlos Calvo y Perú, en pleno barrio de San Telmo, donde el sonar de los claxons se mezclaba con la de pirotecnia.

Otra vez una final y otra vez contra Alemania. Otra vez un Mundial de futbol comienza a vislumbrarse como herramienta política o publicitaria para el gobierno.

“A quién el importa que el país esté al borde de la cesación de pagos”, repetía un respetado economista opositor, mientras saltaba en la esquina de Corrientes y 9 de Julio, mezclado con la multitud.

Ahora todos esperan que el domingo al lado del gigante Javier Mascherano aparezca Messi, o los fantasmas de Diego Maradona y Jorge Valdano, yendo y viniendo no ya por el Azteca, sino por el mítico Maracaná para echar una mano y, así, terminar de enloquecer de alegría a todo una sociedad, con su tercera Copa del Mundo.

Pero para ello aún falta un capítulo. El esencial y final. Por estas horas, todo es bullicio y alegría de norte a sur y de este a oeste, en el país austral del universo.

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