SSANTOS, Brasil.— Sudan copiosamente. No podía ser de otra forma si su primer entrenamiento mundialista es en el principal puerto del litoral brasileño, con más de 30 grados de temperatura, pero son detalles imperceptibles. Lo que atrapa su atención es el cálido recibimiento que se les ha dado.

Lo del sábado por la noche no fue único. Miguel Herrera y los 23 futbolistas que le acompañan mantienen el estatus de rock stars durante las horas iniciales de su periplo mundialista. Las pequeñas gradas de la cancha O’ Rei Pelé, en el mítico club Santos, apenas son suficientes para recibir al medio millar de aficionados mexicanos que presencian la sesión.

Es la fiebre tricolor en la tierra más sagrada del futbol brasileño, respaldo que, según Javier Hernández, “ayuda muchísimo… Que no estés en tu país y te hagan sentir un poquito parte de, con tanto apoyo y gente queriéndonos ver entrenar”.

“Nos sentimos como en casa”, complementa Francisco Javier Rodríguez. “Hace mucho calorcito, como en mi Mazatlán… Y el apoyo de la gente es impresionante”.

Porque sólo ingresan aquellos que cuentan con un boleto especial. El resto, esos que se enteraron hace unas cuantas horas de que la práctica tricolor sería abierta, permanecen fuera del lugar. No les queda más que lidiar con el típico mercado sobre ruedas dominical que se coloca justo en la calle donde se ubican las instalaciones del Peixe.

Sus gritos también son escuchados por los jugadores del Piojo, quienes posan para innumerables selfies y obsequian autógrafos a los privilegiados que entraron.

Momentos iniciales de un idilio que podría durar varias semanas. Todo depende de lo que logre el Tri.

“Se han portado extraordinariamente bien con nosotros”, aprecia el técnico nacional. “Desde la llegada a esta ciudad, la gente se ha volcado a saludar a los muchachos y eso es algo que debemos agradecer”.

“Vamos a matarnos para conseguir que toda esta gente que nos está apoyando y ha venido, tanto los mexicanos que están aquí como los brasileños, estén contentos con el grupo por los resultados que vamos a dar”.

Eso explica que el entrenamiento sea intenso, más allá de tener como principal objetivo fulminar las secuelas de un viaje por casi todo el continente: desde el norte de Estados Unidos hasta el sur de Brasil.

Todos gozan. La adrenalina que sólo genera la Copa del Mundo ya recorre sus venas, acompañada por ese impulso que significa saberse a casi ocho mil kilómetros de casa, mas con el aliento de cientos de personas.

“Es muy emocionante. Se empieza a vivir un poco de lo que es la fiesta del Mundial… Bastante padre”, atina a decir Carlos Salcido, quien es respaldado por Miguel Layún: “Es algo que quedará en los videos, pero —en lo particular— te pone la piel chinita: llegar a un país y que te reciban así”.

Algunos son desconocidos para los lugareños que ven pasar al autobús que transporta a uno de los rivales del Scratch du Oro, pero hay otros completamente identificados. Sobresalen El Chicharito, Rafael Márquez, Giovani dos Santos y Guillermo Ochoa.

“Estamos muy contentos, asombrados por cómo la gente aquí en Santos nos ha recibido”, insiste El Piojo.

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