Sólo queda rezar. Angustiosa victoria logró Gallos Blancos en los últimos segundos ante Jaguares de Chiapas 1-0 con penalti que anotó Ronaldinho y que el arquero alcanzó a adivinar, pero que le dobló las manos.

Miles de celulares se encendieron en La Corregidora para inmortalizar el primer gol de ‘Dinho’ en casa, ante casi 32 mil aficionados que se le entregaron al crack brasileño.

Nadie se movía de sus lugares, la afición estaba entregada al equipo, pero principalmente a ‘Dinho’, quien fue a entregar la camiseta a la barra Resistencia Albiazul, y se dejó querer por la afición... Como si fuera un adiós.

Primeras aproximaciones en un duelo de matar o morir para los emplumados, que trataban de irse al frente desde los primeros minutos, ante una entrada que mejoró con el paso de los minutos hasta llegar al lleno total.

Emilio Armenteros, de Chiapas, se llevó la primera tarjeta amarilla del encuentro por parte del árbitro principal, Óscar Macías Romo.

Ángel Sepúlveda, George Corral y William da Silva buscaban abrir el marcador con disparos desde fuera del área, aunque con poca trascendencia para la causa queretana, ante un Jaguares que se paraba bien, marcando sus líneas de manera perfecta.

Chiapas intentaba irse al frente aunque con poca profundidad, dedicándose a esperar al cuadro albo, obligado a buscar el marcador por estar en juego su clasificación.

Los ataques queretanos una y otra vez eran detenidos por la ordenada defensa visitante que esperaba atrás.

Sólo en un descuido de los chiapanecos se generó una opción más clara, cuando William llegó de atrás y remató con fuerza, pero el arquero achicó bien el espacio para apagar el fuego.

El tiempo se le iba a Gallos Blancos al igual que la ilusión de la ‘Fiesta Grande’. El primer tiempo terminó como empezó el partido, con un empate a cero, que dejaba fuera al cuadro albo.

Para la parte complementaria, el equipo de Vucetich fue recibido con un mosaico que organizó la directiva emplumada, para motivar a los jugadores a ir en pos de la victoria.

Los aplausos se desgranaron cuando salió a calentar Ronaldo de Assis Moreira, quien agradeció levantando los brazos y aplaudiendo, mientras que en la cancha, los once gallos buscaban darle una alegría a la afición queretana que se mostró incondicional con el equipo.

En tanto, Jaguares jugaba con la tranquilidad del que nada tiene que perder y para el que un punto le vendría bien para cerrar con cierta dignidad el torneo. Atacaba con tibieza, sin profundidad, más para tener lejos de su puerta el balón que por buscar un gol que le diera tres puntos, mismos que para el cuadro dirigido por Víctor Manuel Vucetich eran la vida.

La hinchada se emocionó cuando el sonido local anunció el ingreso de Ronaldinho y salió Víctor Milke.

Luego, Vucetich mandó al terreno de juego a Antonio Naelson ‘Sinha’, en lugar de William da Silva, en un intento de abrir el marcador, pues conforme avanzaba el reloj el tiempo para el Querétaro se agotaba irremediablemente.

Para poner más drama al asunto, en una salida fuera del área, el arquero Tiago Volpi se lastimó, quedando tendido por unos momentos, aunque sin que ello pasara a mayores.

Y la desesperación parecía apoderarse de Gallos Blancos y su afición, que veían con angustia cómo Emanuel ‘Tito’ Villa volaba un balón, aunque se había marcado falta. Pero la suerte también estuvo del lado albo, cuando un disparo de Silvio Romero se impactó en el poste, llegando a manos de Volpi.

Sepúlveda salió y cedió el espacio a Edgar Pacheco, en el último cambio que realizó el ‘Rey Midas’.

Una mano marcada fuera del área parecía la oportunidad de Gallos Blancos de anotar, pero ‘Dinho’ disparó muy arriba y se fue la opción.

El árbitro Macías agregó cuatro minutos, en los cuales ya la gente en la Corregidora guardaba silencio ante el empate, pero en eso y tras los rezos de la afición, llegó el penalti y el grito que se aguantó durante 90 minutos.

Tiro de Ronaldinho que entró de milagro y con esto, Gallos Blancos conserva la esperanza de clasificar a la Liguilla, aunque no depende sólo de ellos. Ahora, sólo queda rezar.

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