Debo confesar de la adoración que le profeso a la Copa Libertadores, siendo muchos los motivos de ese sentimiento.

Puedo rescatar de mi niñez el recuerdo de escuchar al chino Yamasaki, silbante peruano que llegó a México para quedarse como instructor “predicando desde su púlpito”, relatándonos fantásticas aventuras del prestigiado torneo intercontinental, en donde ponderaba la dificultad que entraña dirigir esa clase de partidos, de la pasión que se desata en la tribuna, de los equipos de prosapia que participan y la pléyade de estrellas que en ellos juegan; tanto así que soñábamos con que algún día los equipos mexicanos pudieran competir en el certamen.

Una vez que me convertí en silbante profesional y ya contaba con el gafete de FIFA que me autorizaba para dirigir encuentros de talla internacional, “la vida se lució poniendo ante mí un caramelo”. Resulta que las oncenas aztecas ya habían sido invitadas a participar y por esas cosas que tiene el futbol se enfrentarían en octavos o cuartos de final (la verdad no recuerdo) Monarcas vs. América. El primer partido sería en Morelia y el segundo en el Coloso de Santa Úrsula. Fui designado para pitar el juego de ida y Felipe Ramos para el de vuelta. Así, tuve la dicha de convertirme en el primer mexicano en arbitrar en la Copa Libertadores.

Todo esto viene a cuento porque el miércoles pasado tuvimos la oportunidad de ver al Toluca y a los Xolos haciendo su luchita por calificar en la fase de grupos.

Lo de los choriceros me parece inexplicable, toda vez que se cubrieron de gloria yendo a derrotar a domicilio al Boca Juniors, para luego caer ignominiosamente en La Bombonera (de Toluca) frente al Nacional de Uruguay. Lo más penoso fue que los verdugos de los Diablos Rojos fueron Vicente Sánchez y “el cardiaco” Iván Alonso. Luego, apenas lograron empatar contra el Barcelona de Guayaquil jugando de locales.

Por fortuna, por el otro lado, tenemos a los Xolos, quienes no sólo han ganado sus tres primeros encuentros, sino que lograron vencer categóricamente al Corintians, monarca actual de la Libertadores y campeón del mundo de clubes. Lo más valioso fue que la oncena brasileña era prácticamente la misma que había vencido al Chelsea en diciembre para ganar el Mundial de Clubes.

Ya vi campeón del mundo (Sub-17) a México, ya fui testigo de la medalla olímpica de oro. Sin ser bolivariano todavía conservo… el sueño libertador.

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