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daniel.blumrosen@eluniversal.com.mx
Intranquilo por las múltiples situaciones extra cancha que protagonizaba su hijo, el padre de Marco Jhonfai Fabián de la Mora (Guadalajara, 21 de julio de 1989) se reunió con el chico durante los primeros días de noviembre. Aún no terminaba su participación en el Apertura 2013, mas sabía que necesitaba un cambio… O se quedaría sin ir a la Copa del Mundo.
El medallista áureo en los Juegos Olímpicos Londres 2012 siguió el consejo y aceptó la oferta del Cruz Azul. Le urgía poner orden en su vida. Lo consiguió.
Potente y talentoso volante, tan hábil en el momento de quitarse la marca de adversarios como para meterse en líos que lo hacen aparecer en revistas enfocadas a la farándula. Le agradan los reflectores y la alfombra roja. El problema es que sus apariciones suelen ser desafortunadas.
Se le ha visto en diversos videos clandestinos dentro de bares, con vaso en mano y alegría desbordada. Todo indica que es el efecto del alcohol en su sangre, esa que alcanza estado de ebullición cuando pisa el lienzo verde.
Durante enero, ya con Fabián en La Máquina, Miguel Herrera declaró que aún no le veía nivel para estar en la Selección Mexicana. Semanas después, vino la convocatoria; no volvió a faltar a alguna.
“Lo que necesitaba era poner orden en mi vida dentro de muchos aspectos”, reconoce el tapatío, quien peleará con Héctor Herrera, Isaac Brizuela y hasta Javier Aquino por la titularidad. “Hubiera sido difícil estar acá si hubiera seguido en Chivas. El buen torneo que tuve me permitió ser convocado”.
Al igual que alejarse de ese atractivo, aunque peligroso mundo del glamour.
Ex novio de la actriz Ana Bekoa, Fabián ha mantenido un perfil bajo fuera del campo desde que juega con los Cementeros. Fue captado en un restaurante cuando tenía pocos días de vivir en la ciudad de México. Sorteó la turbulencia.
También el minucioso análisis del Piojo, ese director técnico que amagó con cerrarle las puertas del Mundial. Con el tiempo, se comprobó que fue una sentencia para que elevara su nivel futbolístico y se mantuviera alejado de los escándalos.
Su facilidad para driblar, inteligencia, buen disparo de media distancia y potencia, le hacen único en el medio mexicano. Su posición natural es la de enganche, pero el actual entrenador tricolor suele utilizar un esquema sin volante ofensivo por el centro de la cancha. No hay problema. Puede jugar en cualquiera de las bandas.
“Estoy consciente de que soy uno de esos futbolistas que puede marcar diferencia, pero lo más importante es salir adelante como equipo. La conjunción debe ser nuestra principal arma”, afirma. “Puedo jugar donde me digan”.
Incluso lo ha hecho como delantero, a un lado de quien sea el encargado de dinamitar las áreas contrarias. No será el caso en Brasil 2014, aunque le daría lo mismo. Para él, lo importante es que cumplirá su sueño, ese que hubiera sido simple utopía si no hubiera sostenido aquella importante charla con su padre.