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Dicen que quien nace con el regate en sus genes es un visionario, es un tipo que piensa antes de ejecutar y ejecuta cuando el rival apenas está pensando.
De ese tipo de jugadores es Isaac Brizuela. El llamado Conejito, a quien su técnico, José Saturnino Cardozo, bautizó como el hombre de los 20 millones de dólares, es la esperanza de desequilibrio, de regate de la Selección Nacional Mexicana en la Copa del Mundo de Brasil.
Surgido de las fuerzas básicas de los Diablos Rojos del Toluca, Brizuela comenzó a destacar por su desenfado, por su falta de respeto al rival, pintándole la cara a quien se le pusiera enfrente, ocultando el balón y llevándolo siempre en dirección de la portería rival.
Pero en los inicios, en aquel Apertura 2009 del debut, y aunque fue campeón en el Bicentenario 2010, había algo que no alcanzaba para convencer a los técnicos que lo tenían bajo sus órdenes, así que tuvo que salir del regazo del Diablo y buscar la maduración lejos de ellos, pero cerca de casa, en el Atlas.
Ahí, bajo la batuta de Tomás Boy, Isaac Brizuela Muñoz, nacido en San José, California, Estados Unidos, pero de padres mexicanos, dejó de ser promesa y se hizo realidad. Ya no era sólo el jugador que desbordaba, pero no culminaba, sino que se convirtió en un atacante letal, con un regate infernal y una velocidad explosiva, que casi siempre terminaba en una buena anotación.
Y regresó a donde todo inició, a los Choriceros, donde encontró estabilidad y los reflectores lo iluminaron de forma permanente.
Poco a poco comenzó a llamar la atención. Poco a poco, los técnicos rivales hablaban de un jovencito a quien había que marcar, dada su peligrosidad y el jovencito contestaba con buenas actuaciones y goles.
Poco a poco le llenó el ojo a los técnicos nacionales en turno.
Comenzó por abajo, en la Sub-23 que participó en los Juegos Panamericanos de Guadalajara en 2011, donde se ganó la medalla de oro bajo las órdenes de Luis Fernando El Flaco Tena.
Pero no llegaba el salto a la mayor.
Fue hasta 2013, en épocas aciagas de José Manuel de la Torre, anterior técnico nacional.
El Chepo llevó a la Copa de Oro 2013 a un equipo alterno, a un equipo que tenía la obligación de hacer un buen papel, sin llegar al extremo.
Era una Selección de segunda.
En ese torneo debutó con el Tri mayor Isaac Brizuela. Fue el 7 de junio de 2013, ante Panamá.
Juego que se perdió 1-2.
Al final, ese equipo mexicano fracasó estrepitosamente, alcanzando sólo el tercer lugar de la competencia. No era suficiente.
Mas el tiempo pasó y el ciclo del Chepo llegó a su final. Llegó Miguel Herrera y los jugadores considerados de segunda mano se convirtieron en pilares del Tri.
Y Brizuela está entre ellos.
“El Conejito es el mejor jugador de la Liga. Tengo un esquema preparado para él”, alcanzó a decir Herrera tratando de alentar al jovencito que poco a poco se envolvía en la parafernalia de la fama.
La realidad es que hasta el momento se espera a la mejor versión del volante en el equipo nacional. En ese nivel, aún no da el estirón. En ese nivel se le encuentra aún tímido, sin lo suficiente para ser el revulsivo, el as bajo la manga del Piojo.
Isaac Brizuela es un volante con proyección ofensiva. Arranca pegado a la banda de la derecha, para de ahí escoger dos caminos: ir por afuera a la banda de fondo para meter el centro peligroso, que busca a un rematador; o recortar hacia el centro para encarar más rivales, pero obtener como premio el tiro a portería.
Es Isaac Brizuela El Conejito de la esperanza, esperanza en que en la Copa del Mundo dé el estirón y al final de todo lo que suceda en Brasil, se le pueda llamar, porqué no, Señor Conejo.