La mente y las oraciones estaban en México. El corazón y la convicción para bajar del ring como campeona del mundo, en Japón. Así afrontó Ibeth La Roca Zamora su ahora emblemática pelea del domingo pasado, en donde se proclamó campeona mundial minimosca del Consejo Mundial de Boxeo (CMB).

Antes de viajar a su cita con el destino, su hermana sufrió un accidente vial que la tiene hasta el día de hoy en terapia intensiva.

“Cuando me voy, ella entra en terapia intensiva. Fue complicado. Mi familia siempre me dijo que me fuera concentrada a lo que iba: ‘ve y gana la pelea, por ti primero y por tu hermana también’”, recuerda la ahora doble monarca mundial.

El 19 de febrero pasado, una de las cuatro hermanas de Ibeth viajaba en camión de San Cristóbal Huichochitlán, Estado de México, para una revisión médica por su embarazo de siete meses. Aquel día decidió viajar sola, cuando, en plena carretera, sufrió un accidente que la dejó en estado delicado. La Roca Zamora aún tuvo tiempo de despedirse de su hermana antes de viajar a Japón.

“Desde Tokio, estuve en contacto con mi familia. Fue una fortaleza para mí, porque sabía que tenía que ganar por mí, por mi familia. Quien me dio la fortaleza para salir desde el primer round y con la determinación fue Dios. Ahora regreso y me cuentan que mi sobrino falleció, fue un golpe fuerte, pero son cosas que te acercan a tu fe. Las cosas buenas y malas”, agrega la pugilista de origen otomí.

Impregnada con una gran determinación, subió al ring del Korakuen Hall para enfrentar a la nipona Naoko Shibata. La bombardéo con sus duros puños desde el primer round. Así lo había planeado.

“Cuando me dijeron que me daban la oportunidad de ir por el título mundial del Consejo, no me fijé contra quién era, ni a dónde tenía que ir, me avisaron que era viajar a Japón, con la ventaja de que mi rival sería local, pero no me importó, pues sabía que cuando me llegara la oportunidad, debía tener la determinación de ganar, irme con todo y, en la pelea, no desaproveché ningún round”, remembra La Roca.

Su mamá Valentina y su papá Baltazar la alentaron por teléfono desde tierras mexiquenses para que estuviera concentrada en lo que la misma boxeadora había señalado como la oportunidad para demostrar a sus detractores que su carrera no iba en descenso luego de dos derrotas seguidas durante el año pasado.

“Fui con la seguridad de buscar que el título se quedara en México, que se quedara con la familia Zamora. Fue una experiencia muy grata cuando me levantaron la mano y me pusieron el cinturón”, recuerda.

Ya en suelo mexicano, recuerda que es la única monarca mexicana que ha ido dos veces a suelo extranjero para traerse cinturones mundiales. Antes de esta reciente proeza en Japón, ya se había traído la diadema paja de la Asociación Mundial de Boxeo de suelo panameño, en donde se impuso a la venezolana Ana Fernández, en septiembre de 2009.

“Demostré que no necesité que me trajeran a la campeona del mundo a México, ni que me pusieran a una rival de menos peso. Fui contra una de las mejores del mundo, fui a otro país y gané el título”, resalta Ibeth, una boxeadora que encontró su inspiración en los momentos más complicados en la familia Zamora.

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