León.— La pregunta inicial: ¿Qué hay dentro de la sangre de un campeón? La siguiente: ¿Cómo puede un equipo que no ha ganado nada en casi nueve años, volver a ser rey de algo? Chivas ha respondido a las dos interrogantes en 90 minutos de futbol, dramatismo y gloria. Porque las páginas de la historia sólo las escriben los vencedores.

Matías Almeyda mueve los brazos. Pide el final. Clama por él. Es el argentino quien le ha cambiado la cara a este equipo. Ya no es gris. Ahora tiene colores: rojo, blanco y azul. Prometió despertar al “gigante”. Ha cumplido. Silbatazo final. El 0-1 en cancha de León es suficiente. Chivas es campeón de la Copa MX.

La algarabía se desata. Los 18 jugadores del Rebaño Sagrado enloquecen en el campo. Algunos miles de aficionados en las tribunas y millones desde sus casas. El técnico argentino llama a sus jugadores. Los lleva a la banca. Hacen un círculo. Hincados, rezan para agradecer a Dios. La gloria ha vuelto al Guadalajara.

Un protocolo ya conocido. Pero el Rebaño Sagrado lo ha extrañado durante casi nueve años. Desde el título de Liga ante Toluca, en 2006, cero éxitos. Las medallas cuelgan poco a poco del cuello de cada uno. Ahí se encuentra también Jorge Vergara, dueño del club. El momento que se queda por siempre en la memoria: el capitán Omar Bravo recibe la copa. La levanta y explota el grito en millones de garganta. La gloria, esa que se fue por largo tiempo, está de regreso.

El ADN de una final se compone de diversos y muy distintos elementos. En esta que disputan León y Chivas, por el título de la Copa MX, aparece primero el dramatismo. Muy pronto, en realidad. Diego Novaretti no puede más. Hace una seña a la banca local para pedir el cambio. Abandona el campo apenas a los ocho minutos. Jonny Magallón entra al campo.

Guadalajara logra, con esfuerzo, equilibrar el trámite. Los primeros minutos han sido complicados. Pero al final, aguanta los embates y va hacia el frente.

Cuando un título está en disputa, otro factor aparece a menudo. Esta no es la excepción: polémica arbitral. Minuto 43. El pelotazo a la espalda de la defensa rojiblanca causa severo daño. Nadie va a llegar. Rodolfo Cota sale de su área, desesperado. El arquero de Chivas barre. Tapa la redonda con las manos. El silbante Jorge Isaac Rojas pita. Se ha cortado una oportunidad manifiesta de gol. Después del portero, sólo quedan las redes. El estadio entero espera la expulsión. Parece clara. El árbitro se lleva la mano al bolsillo. Saca la tarjeta. Sólo es amarilla. El grito de “¡ratero, ratero!” retumba desde las gradas. Y se repite cuando se decreta el descanso.

Tiene el partido, por supuesto, atrevimiento. En juego está una Copa que Chivas no gana hace 45 años y León hace 43. No es una Liga, pero todo trofeo es deseable en las vitrinas. Así, Carlos Fierro es quien se anima. Por la derecha encara y supera a Efraín Velarde. Línea de fondo. Peligro inminente. Diagonal venenosa. Omar Bravo sólo tiene que empujar. Jonny Magallón barre y manda a tiro de esquina, al '50.

Es un juego abierto. Nadie se guarda nada. Ida y vuelta. Toma y daca. Ahora toca turno a León: Elías Hernández, primero, con un derechazo desde la orilla del área, que el arquero visitante desvía a córner al 52’ y, enseguida, un disparo violento del ‘Chispa’ Velarde, que Rodolfo Cota saca con la punta del guante, al 56’.

Cuando el partido no encuentra la forma de abrirse, hay que buscar opciones, otro factor importante cuando se trata de una final. Chivas recurre a la pelota parada. Raúl ‘Deditos’ López cobra un tiro libre, pocos metros afuera del área. La pelota rebota en la pared. Queda botando dentro del área. Carlos Fierro está sólo. Increíblemente, la vuela, al 60’.

Estuvo cerca de funcionar. ¿Por qué no repetir? Nuevo balón detenido. Esta vez pegado a la raya izquierda. Lejos para un disparo. Justo para un buen centro. ‘Deditos’ López. ¿Quién más? El derechazo va cargado de intención. Al corazón del área. León se pierde en la marca. Oswaldo Alanís pega un salto que huele a gloria. Cabezazo sólido. De campeón. A las redes. Gol del Guadalajara, al 70’.

Los minutos finales enseñan el último de los elementos necesarios: inteligencia. Guadalajara aguanta embates. Distribuye a su gente a lo largo y ancho del campo. Cierra espacios. Hace cambios para “amarrar” el resultado. En las finales, que según los antiguos no son para jugarse sino para ganarse, es válido.

Cuando hace falta, Cota interviene, como al 83’, como cuando le tapa a Boselli un remate, solo dentro del área, de forma casi milagrosa. También aparece la fortuna en tiempo de reposición, cuando el disparo del ‘Gullit’ Carlos Peña, revienta el poste. Se han encontrado, en 90 minutos, todos los factores que componen un duelo por el título. ¿Pero cuáles forman parte del ADN de un campeón? Los que esta noche ha exhibido Chivas: entrega, coraje, amor propio, contundencia, momentos de buen futbol, otros de control e inteligencia. Esa es la gran magia del Rebaño Sagrado. Chivas, campeón de la Copa MX.

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