Nadie se acordó de Miguel Herrera. Fue el América de siempre, el que gozan sus seguidores y odian sus detractores. Imponente al grado de golear a los Tigres 3-0, sin sufrimiento, como dictan sus cánones históricos que le han dado grandeza en México.

Antonio Mohamed había soñado algo así: unas Águilas imponentes en casa, sin dolores, como en los tiempos recientes antes de su llegada donde todo era alegría de la mano del Piojo. La felicidad americanista habló turco ayer.

La aplanadora amarilla sigue intacta. El Tony logró disipar dudas sobre el funcionamiento del equipo subcampeón del futbol mexicano y base de la Selección que logró el pase al Mundial. Los engranes mantienen el aceite ganador de los últimos torneos, como su un relevo en el banquillo jamás hubiese sucedido.

Debut de esos que sueñan todos los entrenadores. Mohamed estaba que no cabía en sí. Apretó el puño cuando se fue a los vestidores. Sonrisa de quien sabe que la misión inicial está cumplida. Adiós cuestionamientos, porque vendrán halagos y uno que otro comparativo con Herrera, pero nada con lo que no pueda lidiar el entrenador argentino.

“Oe, oe, oe, oe, Tony, Tony”, fue el canto que sustituyó a las alabanzas hacia El Piojo que se escuchaban en el Estadio Azteca hace unas semanas.

La verdad es que El Turco ni le movió. No se metió en muchos problemas, porque si inventaba alineaciones, posiciones corría el riesgo de que el resultado no fuera como fue. Tres defensores (Aquivaldo Mosquera, Juan Carlos Valenzuela y Adrián Aldrete) con dos carrileros (Miguel Layún y Paul Aguilar) atrás, un mediocampo con Juan Carlos Medina como contención, Rubens Sambueza de volante por izquierda y Oswaldo Martínez por derecha. Arriba, los acostumbrados Raúl Jiménez y Luis Rey.

Esa es la fórmula que le ha resultado al americanismo. Herencia que le dejó Herrera a Mohamed, que ha funcionado para alegrar a los seguidores y sometido a los rivales con fiereza. El América se mostró sólido, con un futbol agradable, práctico, rasgos que amenazan con volverse a mostrar en plenitud.

Y siempre hace falta un golpe de suerte para iniciar los caminos exitosos. Que alguien del equipo se atreva a pegarle de afuera del área y que de repente sea desviado con rumbo de gol, es agradecido por cualquiera. Así fue la anotación del 1-0 al minuto 9 vía de Luis Rey, cuyo impacto fue tocado por Carlos Salcido.

Al América le importan las formas. Tenía que ir por más para aprovechar la inercia que tenía El Piojo con los de Coapa. El gol de Paul Aguilar tras una serie de rebotes en el área para el 2-0, sólo pudo ser opacado por su festejo (30’). Esos ademanes que simulan como una gallina no logran más que arrancar sonrisas burlonas hasta de sus seguidores. Pero a veces la felicidad no conoce de estética y el lateral amarillo tampoco le rinde un homenaje a la belleza de sus celebraciones.

Vino el colofón. Un gol de Raúl Jiménez, quien definió suave a la salida del guardameta (48’). Lento, pero certero, el balón se anidó en la red. Ese tanto, el del 3-0 fue el que más disfrutó Mohamed, porque su equipo luce igual de fuerte que el del Piojo, personaje de quien nadie se acordó ayer, luego de que el América goleara a Tigres en el Azteca.

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