Apenas son tres escalones, se necesita una fracción de segundo para descenderlos, mas es suficiente para captar la tranquilidad que rodea a la Selección Mexicana. Los rostros de piedra fueron hechos añicos con la clasificación a la XXI Copa del Mundo.

El Tricolor ya está en la sede de su partido más peligroso durante el hexagonal final de la Concacaf rumbo a Rusia 2018, pero lo hace con un pasaje asegurado al certamen euroasiático. Eso explica la tranquilidad irradiada por todos al abandonar el autobús que los deja en su hotel de concentración. El objetivo es mantener el invicto y la cima de la clasificación, el linaje del combinado verde lo exige, aunque una derrota no sería catastrófica… A menos que sea por goleada.

Lo que explica que el cuestionado entrenador colombiano no designe sustitutos a las tres bajas con las que enfrentará a Costa Rica, nación a la que llega sin el suspendido defensa Néstor Araujo, el lesionado volante Héctor Herrera y el contención Jesús Dueñas, quien solicitó permiso para abandonar la concentración para acompañar a su hijo, internado de emergencia en un hospital.

El resto llega con un semblante muy similar al de su líder. Hay muchas risas y hasta tiempo para obsequiar autógrafos a los poco más de 50 aficionados mexicanos que les reciben en el hotel donde están concentrados, al que más tarde llegan algunos costarricenses con el objetivo de hacer ruido y no dejarlos dormir. Esfuerzo estéril.

Aunque es una muestra de lo que se encontrarán mañana en el Nacional. Es cierto que Costa Rica es una de las plazas menos hostiles en Centroamérica, pero eso no significa que haya comodidades.

Es cierto que el Tricolor se ha impuesto en seis de los 16 partidos que ha jugado en Costa Rica (cinco empates y cinco derrotas), pero su primer éxito en eliminatoria mundialista llegó hasta el actual siglo, durante el camino a Alemania 2006, bajo las órdenes de Ricardo Antonio La Volpe. La noche del 9 de febrero de 2001, dos goles de Jaime Lozano dieron al representativo nacional un histórico triunfo sobre el sintético césped del Ricardo Saprissa (2-1), ese que ha sido sustituido –como casa del combinado tico” por el moderno estadio Nacional, donde México coqueteó con el fracaso en su más reciente visita. El revés de hace casi cuatro años por poco provoca que se finalizara en el quinto peldaño de la eliminatoria y ni siquiera se alcanzara la reclasificación.

El escenario es completamente distinto ahora, con el aderezo de que el contrincante necesita una unidad para también garantizar su boleto a Rusia. Parece simple cuestión de tiempo para conseguirlo.

Osorio y sus huestes no requieren aguardar más. Irradian paz durante el descenso de los tres escalones del autobús que los traslada por San José.

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