CHICAGO.— Aún en la etapa más complicada de la eliminatoria mundialista, esa en la que hasta la penosa reclasificación lució como utopía, Caín Camacho no dejó de pintar su Combi 1959. Quería convertirla en la “Camioneta de los Sueños Tricolores”… Y lo cumplió.

Radicado en Chicago desde hace cuatro décadas, el veracruzano continuó la obra, pese a que sus hijos le solicitaban detenerse, presas de la frustración por el irregular paso del representativo mexicano en el camino hacia Brasil.

Caín jamás dudó. Cada fin de semana avanzaba cuanto podía en el arreglo de un vehículo que roba miradas en el estacionamiento del mítico Soldier Field, a causa de sus detalles y lo módico que resulta emplearlo como escenografía para una instantánea muy especial.

“No tenemos una tarifa. Es lo que la gente quiera darnos”, asegura Luis, uno de los chicos que vigila a las decenas de aficionados que hacen fila para llegar hasta la réplica de la Copa del Mundo que completa el kit mundialista, en el que resalta el logotipo de la máxima justa futbolística del orbe, un pequeño Cristo del Corcovado y un futbolito de mesa, ubicado en la parte posterior de la sui géneris combi.

“Hay quien nos da un dólar por poderse sacar la foto o quienes le caen con 20 por echarse un partidito allá atrás… Es lo de menos”, insiste Luis, en cuya mano derecha reposa una cámara fotográfica profesional “por si la gente no trae para tomarse la del recuerdo”.

“Nos dan su email y se las enviamos, pero esa sí cuesta 25 dólares”, aclara.

El inclemente sol que castiga a la “Ciudad de los Vientos” no resta ánimo a los pequeñines que se acercan para jugar en el “estadio Maracaná” de la Combi 1959. El duelo no podía ser otro: Brasil-México, aunque este Tricolor es una mezcla atractiva. Aparecen Javier Hernández, Oribe Peralta, Giovani dos Santos, Rafael Márquez y hasta Guillermo Ochoa, pero también Hugo Sánchez y Cuauhtémoc Blanco. Con el Scratch du Oro no hay demasiados cambios respecto del presente. Destacan Neymar, Óscar y David Luiz.

La “reta” es a cinco goles, si hay lista de espera. En caso contrario, hasta que los brazos aguanten.

Peculiaridad en un atardecer marcado por el infinito amor a ese equipo que, de este lado de la frontera, suele representar mucho más que una Selección Nacional. Es el pretexto ideal para recordar y sentirse orgulloso de la tierra que tuvo que dejarse, a cambio de una vida mejor.

“Jamás se dudó en que clasificaríamos al Mundial. Por eso, se siguió pintando la camioneta”, revela Luis, al momento de recibir 20 billetes verdes por una fotografía que fue tomada con smartphone. “Qué bueno que llegó El Piojo [Herrera] y nos rescató”.

Fue entonces que la “Camioneta de los Sueños Tricolores” tomó forma vertiginosamente. Se terminó el futbolito, además de que se pintó el número 10, copyright del legendario Edson Arantes do Nascimento Pelé, en la puerta derecha.

Los pocos que llegan al Soldier Field sin boleto detienen su carrera para tomarse la instantánea y cargar la réplica del anhelado trofeo. La pausa no tiene consecuencias. Alcanzan entradas en taquilla, a cambio de 40 dólares.

Caín y sus acompañantes no sufren por eso. La fidelidad del jarocho no es negociable, por lo que adquirió los tickets en cuanto salieron a la venta. Para entonces, su Combi 1959 ya había mutado en la “Camioneta de los Sueños Tricolores”, porque jamás dejó de creer.

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